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Un verdadero festín visual fue lo que nos dio el Ballet Nacional Inglés, que se presentó en el Santo Domingo con una hermosa versión de El lago de los cisnes.
Se usó la clásica coreografía hecha por Petipa e Ivanov, en forma generosa ya que se incluyeron algunas escenas y danzas que muchas veces se omiten. Lo interesante de esta compañía es que se centra en el conjunto, y aunque hay bailarines de primera categoría, es el cuerpo ballet el que se destaca, y uno se ve ante una presentación respetuosa de lo tradicional pero sin que haya olor a añejo. Claro que la directora artística y primera bailarina, la española Támara Rojo, es una virtuosa auténtica, como lo mostró en los delicados solos y en la forma como hizo los tradicionales treinta y dos fouettés del cisne negro, que hubiera merecido una ovación más efusiva. Supo diferenciar entre la suavidad del personaje de Odette con la frialdad de Odile. Parecía que fueran dos bailarinas distintas las que hicieron ese doble papel. Igualmente el cuarteto de los pequeños cisnes fue hecho con impresionante coordinación y hubo un punto estelar en las danzas nacionales en el acto tercero, en especial la española y la húngara, hechos en forma impecable. El papel del príncipe Sigfrido, que muchas veces no tiene mayor trascendencia, tuvo calor y técnica en su intérprete Isaac Hernández. También el brujo Rothbart (James Streeter) impresionó y su participación en la breve introducción (que muchas veces omiten) fue muy acertada. Pero lo más importante fue cómo la compañía, dentro de este montaje tradicional, mostró el romanticismo inherente en el ballet de Tchaikovsky, hasta el punto de que todas y cada una de las escenas lo reflejaron en una presentación donde baile y luces y escena se conjugaron para presentar una versión de altísima categoría de la obra. El mismo final, que se presenta en otras versiones con diferentes alternativas del destino de la protagonista, desde la muy trágica hasta la optimista, mostró a la pareja de amantes volando al cielo para cerrar con broche de oro un espectáculo de gran hermosura.
Después de importantes baches en las presentaciones de ballet entre nosotros, se está volviendo a crear una tradición que los espectadores podrán apreciar y que permitirá comparar diferentes escuelas del arte de la danza en una labor que comparte lo didáctico con lo estético. Tras la interesante iniciativa de hace unos decenios de una escuela nacional de ballet, que pasó a mejor vida a pesar de su importancia, estas temporadas serán un reemplazo no exactamente equivalente, pero sí de gran importancia.
