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Hace 25 años que murió el distinguido compositor valenciano Joaquín Rodrigo, que es uno de los más interpretados del mundo, según las estadísticas musicales, y uno de los mayores vendedores de música clásica con su famoso Concierto de Aranjuez, para guitarra y orquesta. Lo malo es que el resto de su producción, en casi todos los campos, es prácticamente desconocida, de manera que Rodrigo es otro de los músicos que es conocido prácticamente por una sola de sus obras. Esto es injusto porque otras, como su Fantasía para un gentilhombre, para citar solo una, tienen méritos que muchos consideran superiores a los del popular concierto mencionado.
Pero esa obra le dio para vivir cómodamente hasta llegar a ser casi centenario y recibir toda clase de honores, entre otros el título de nobleza que le concedió el rey de España de marqués de los Jardines de Aranjuez. En esta forma Rodrigo fue uno de los pocos músicos nobles, al lado de Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa, y del rey Federico II, llamado el Grande, de Prusia.
Curiosamente, aunque sus obras para guitarra son las que le han dado más fama, Rodrigo nunca aprendió a tocarla, ya que era pianista. Ciego desde temprana edad, escribía sus obras en Braille y después las transcribían. Nunca aceptó el lenguaje de la música moderna, de manera que sus obras bien hubieran podido haber sido hechas varios siglos atrás, aunque quizás esto habría contribuido a la popularidad de sus composiciones.
Con motivo del aniversario, esta puede ser una invitación a escuchar otras creaciones de Joaquín Rodrigo, aunque la única oportunidad en que se tocarán este año en Bogotá es cuando la Orquesta de España lo haga en un par de meses de nuevo con el consabido Concierto de Aranjuez.