Ser artista de cine es una profesión glamurosa, pero por ser de tanta visibilidad, quienes se dedican a ella corren riesgos, ya que se supone que deben llevar una vida intachable. Sin embargo, eso no siempre ha sido así y por esta razón: con alguna frecuencia hay escándalos que incluso pueden acabar con la carrera de quienes son centro de ellos. Posiblemente el primer gran escándalo en Hollywood fue el que protagonizó Fatty (el Gordito) Arbuckle, quien en la época del cine mudo fue el actor cómico mejor pagado, incluso más que Chaplin o Lloyd. Sin embargo, una vez hizo una rumba de orgía en un hotel de San Francisco, en la cual murió una mujer de dudosos antecedentes y la culpa de la muerte se la achacaron a Arbuckle. El escándalo fue mayúsculo, aunque a larga fue absuelto por los tribunales, lo cual de nada sirvió porque la puritana sociedad de ese entonces acabó con la carrera de ese brillante actor cómico. Pocas de sus películas sobrevivieron, aunque él también es recordado por haber descubierto a Buster Keaton y a Harold Lloyd.
Ingrid Bergman era gran actriz recordada por ser una imagen de pureza y buena vida familiar y por eso cuando dejó a su marido para irse a vivir con el director Roberto Rossellini, su popularidad se fue al suelo y por mucho tiempo fue vetada en Hollywood. Afortunadamente su talento era tal que pudo sobrevivir al escándalo y volver a hacer cine importante. Caso similar es el de Woody Allen, actor y gran director acusado de relaciones inmorales con su hijastra, que por esa razón no ha podido volver a hacer cine, lo cual es pérdida indudable para el arte.
El mismo Chaplin fue acusado y su vida en Hollywood se acabó, e incluso por mucho tiempo no pudo volver a Estados Unidos. El caso del gran director Roman Polansky es similar y por escándalos parecidos se ha tenido que radicar en Europa. Mejor suerte corrió el actor Robert Mitchum, quien fue descubierto consumiendo droga y, aunque por un tiempo fue vetado, pudo volver a ser estrella de importantes filmes.
Vale la pena recordar la época de la persecución a gente de cine bajo la acusación de ser comunistas, lo cual hizo que gente importante como John Garfield y los directores Jules Dassin (“Nunca en domingo”) y Joseph Losey (“El sirviente”) se tuvieran que exiliar. El caso particular de Dalton Trumbo, uno de los grandes guionistas de la historia es particular, puesto que él siguió trabajando bajo pseudónimos, aunque a la larga Kirk Douglas rompió el boicot y Trumbo se pudo reincorporar al cine bajo su propio nombre.
Hay muchos más ejemplos, pero los mencionados permiten preguntarse si consideraciones morales deben influir y acabar con el trabajo creativo de los artistas.
