A Mark Twain le atribuyen la cita de que “hay embustes, hay mentiras y hay estadísticas”. Lo cierto es que las estadísticas pueden dar la idea de que algo es cierto porque los números lo respaldan, pero esto no siempre es así. Por ejemplo, las cifras usadas para justificar la creación de ciclorrutas.
Dijeron que los automóviles son del 15 % de la población, pero ocupan el 80 % del espacio. Eso de que ocupan el 80 % del espacio sería cierto si los carros estuvieran quietos, pero resulta que los carros se mueven y no salen todos al tiempo. Por eso, el espacio ocupado en cualquier momento y de acuerdo con la velocidad es evidentemente mucho menor. Por ejemplo, si un carro transita por una calle de 80 metros de longitud a una velocidad de unos 30 kilómetros por hora (más es casi imposible con las trabas a la circulación creadas por la alcaldesa de Bogotá y el irónicamente llamado “secretario de Movilidad”), el espacio que ocupa un carro se puede encontrar con una fácil operación aritmética y es bien poco. Eso quiere decir que los carros, para los que en últimas se crearon las vías y no gratuitamente porque por eso están pagando fuertes impuestos, no ocupan el 80 % del espacio sino a duras penas poco menos del 10 %. Pero los ciclistas, a quienes cedieron todo un carril, a duras penas pueden alcanzar los 15 kilómetros por hora. Como en las ciclorrutas solo ocasionalmente pasan ciclistas, digamos uno cada 40 segundos, ellos sí están ocupando el 48 % del espacio cuando solo representan el 25 % de la población.
Como se ve, las estadísticas traídas de los cabellos (y en ellas incluyo las citadas en esta nota) lo único que muestran es que la persecución implacable a los carros particulares se ha hecho sobre bases deleznables.