Hamás y otras organizaciones terroristas lo dicen francamente en sus mismas constituciones. Quieren acabar con Israel como sea y por eso ese bárbaro ataque de Hamás, donde violaron mujeres, asesinaron padres frente a sus hijos y masacraron un festival musical que irónicamente celebraba el amor.
Nadie niega que tarde o temprano habrá un Estado palestino, pero su objetivo no debe ser acabar con Israel. Lo malo es que, como dijo un diplomático, “los palestinos nunca pierden la oportunidad de perder una oportunidad”. Israel en muchas ocasiones hizo toda clase de concesiones, en que daba a los palestinos casi todo lo que pedían, incluso la mitad de Jerusalén, pero buscando a cambio paz y fronteras seguras. Para esas propuestas nunca hubo una contrapropuesta sino una negativa cerrada. Cuando los israelíes voluntariamente abandonaron Gaza, sin pedir nada a cambio, dejaron una infraestructura que permitiría a los gazatíes desarrollar una economía robusta y lo que pasó fue que Hamás desalojó a la Autoridad Palestina y convirtió la Franja en un nido de terroristas que ha lanzado desde entonces miles de misiles contra civiles de Israel. Esa experiencia elocuente ha confirmado que no puede haber paz si Israel no tiene fronteras seguras. Pero muchos palestinos cuando hablan de un Estado propio afirman que debe ser “desde el río hasta el mar”, o sea, desde el Jordán hasta el Mediterráneo, lo cual es otra forma de acabar con Israel. Por lo menos ya no hablan de echar a los judíos al mar, como muchos decían.
No existe nación en el mundo que quiera suicidarse y por eso la primera condición para que haya un Estado palestino es que sea uno que no quiera masacrar a Israel, como intentó, afortunadamente sin éxito, Hamás.