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Gran música de cámara

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Manuel Drezner
28 de junio de 2016 - 04:10 a. m.
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Que la música de cámara es una de las más gratificantes experiencias musicales lo demostró nuevamente el Conjunto de Cámara del Festival de Jerusalén, que dio un concierto de alta categoría en el Santo Domingo, con un programa magnífico, tocado con gran musicalidad y conocimiento. Este grupo tiene diferentes configuraciones, y la que nos visitó en esta ocasión está basada en piano, violín, violonchelo, con el agregado de un clarinete. Esta combinación permitió que se tocaran obras que no forman parte del repertorio habitual y la novedad del programa añadió a lo que de por sí era una presentación musical muy atractiva.

La presencia del clarinete permitió que tocaran la versión original del Trío Op. 11 de Beethoven, que casi siempre se oye en la combinación habitual de violín, chelo y piano, pero en esta ocasión, y por primera vez en Bogotá, se escuchó tal como fue compuesta originalmente. Igualmente hubo otros dos estrenos, uno de ellos el Cuarteto con clarinete de Hindemith, obra altamente académica, pero que no tiene la aridez que usualmente se asocia a este término, y los Contrastes para clarinete, violín y piano de Béla Bartók, obra compuesta para el clarinetista de jazz Benny Goodman, quien quería demostrar de lo que era capaz en el campo de la música erudita y por eso la encargó. Incidentalmente, gracias al deseo de Goodman de estrenarla con Bartók como pianista, éste pudo escapar de Hungría, donde los nazis que invadieron al país más tarde lo hubieran considerado como compositor degenerado. Claro que Benny Goodman, llamado el Rey del Swing, ya había mostrado en discos y en vivo que era virtuoso de primera al tocar muy bien el difícil Concierto para clarinete de Mozart.

En la obra final del programa se volvió a la conformación habitual del trío con piano y tocaron una de las cumbres de la música de cámara: el primer trío de Schubert, obra excelsa que recibió una versión emotiva por parte de los visitantes. En resumidas cuentas, se trató de un concierto de gran altura, tanto por el programa como por la excelencia de los intérpretes, y ojalá experiencias como estas se repitieran con más frecuencia.

Llama la atención que un concierto de este tipo prácticamente llenó la sala sin que hubiera habido mayor publicidad ni difusión. Esto demuestra que hay un público educado para música de cámara entre nosotros y esto seguramente será aliciente para que figuren en las programaciones de las salas de concierto capitalinas. Hace tiempo que no se presentan ciclos completos de la obra de algún gran compositor y la experiencia que se describe hace factible que en el futuro lo hagan.

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