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Al escuchar al Cuarteto Zemlinsky, en el concierto que presentó en el Teatro Santo Domingo, me vino a la memoria una conversación que tuve hace muchos años con Adolf Busch, el gran violinista que anduvo por estos lados al frente de su cuarteto. Le dije al ilustre artista cómo había gozado con sus conciertos y cómo era de delicioso escuchar música de cámara. Busch me miró con una sonrisa burlona y me dijo: “Mejor que escuchar música de cámara es tocar música de cámara”. De lo que se trata es que este género, y en especial el cuarteto de cuerdas, ha producido música de gran hermosura y poder interpretarla es uno de los grandes premios de la profesión musical. La razón por la cual me recordé de ese intercambio durante el concierto mencionado es que, además de tratarse de un grupo de alta calidad, es notable la forma como sus miembros muestran que gozan lo que están haciendo, es decir, no se trata de cumplir con la labor para la que han sido contratados, sino que para ellos es un premio exquisito poder tocar lo que tocan.
Además, el programa del grupo visitante fue de alta categoría, no sólo por tratarse de música de primera calidad, sino porque estuvo compuesto por obras que no se oyen con frecuencia en nuestros conciertos. Incluso el Cuarteto Americano de Dvorak, obra popular dentro del género, creo que no ha sido oído en vivo entre nosotros por más de veinte años. Y si esto es con una música de un compositor relativamente popular, ¿qué se puede decir de las otras dos obras del programa? Ellas fueron un cuarteto del ilustre músico vienés que da su nombre a la agrupación, Alexander von Zemlinsky, un representante del posromanticismo que llevó una vida muy complicada y que en este cuarteto trató de compensar el que su cuñado, Arnold Schonberg, no hubiera rendido homenaje musical cuando murió su esposa, que era hermana de Zemlinsky. La otra obra que tocaron fue el cuarteto del compatriota del grupo Leos Janacek, su obra llamada Sonata a Kreutzer, que confirma una vez más que Janacek es uno de los nombres más injustamente olvidados dentro de la historia de la música.
Todas las obras mencionadas fueron tocadas no sólo con el entusiasmo que se mencionó, sino que además mostraron ser un conjunto equilibrado, con un sonido a veces excesivamente brusco, pero que es además de gran finura. Fue un concierto interesante, y la respuesta del público a ese programa un tanto esotérico fue conocedora y entusiasta. Uno de los buenos conciertos de esta temporada.
