Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Gustavo Dudamel, al frente de la Filarmónica de Los Ángeles, presentó en el Teatro Santo Domingo un par de conciertos que permitieron escuchar a este célebre conjunto orquestal con uno de los directores más cotizados de nuestros días. En la segunda de las dos presentaciones se pudo escuchar un programa novedoso y del mayor interés, ya que una de las obras, el concierto para violoncelo de Gabriela Ortiz, tuvo su estreno mundial a principios de este mes, de modo que se tuvo una auténtica novedad, que además permitió conocer a una compositora de grandes méritos, tantos que el mismo Dudamel la considera como una de las más importantes de nuestros tiempos.
El concierto en cuestión se llama Dzonot, palabra indígena mexicana que hace referencia a cuevas inundadas de agua, algo así como los humedales nuestros, guardadas las distancias. La solista fue una virtuosa de una técnica increíble llamada Alisa Wellerstein, que dominó las inmensas dificultades de la obra de manera maestra. El concierto en sí mismo es un estudio de sonoridades llevadas al extremo y tratando de sacar de los instrumentos sonidos que van más allá de lo que se les exige normalmente. Tiene una cantidad de ideas musicales interesantes, pero me dio la impresión que ellas se presentan consecutivamente sin desarrollarlas en forma adecuada. Es una obra que ha sido elogiada y posiblemente sea incorporada al no muy nutrido repertorio de su instrumento.
En la segunda parte del programa se presentó completa la música incidental de Mendelssohn para El sueño de una noche de verano de Shakespeare, con la participación del Coro Nacional de Colombia, de las solistas Jana McIntyre y Deepa Johnny y la actuación de la conocida actriz española María Valverde (quien además es la esposa de Dudamel) en una recitación en español de lo que dicen en la obra varios de sus personajes. Escuchar la bellísima música de Mendelssohn, que incluye la asombrosa obertura, compuesta cuando tenía 17 años, y el inefable Nocturno, es un placer que uno debería repetir con frecuencia. Hubo proyecciones de video que incluyeron trozos de la gran película de 1935 de Max Reinhardt, la única vez que este genio dirigió para el cine, y el resultado fue un espectáculo músico-visual de gran categoría y de muy buen gusto.
Dudamel, que nos ha visitado varias veces, ha sido nombrado director de la Orquesta de Nueva York y eso hace crear la esperanza que este grupo también nos visite, como ya lo hizo una vez, cuando lo dirigía Bernstein.
.