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Inquisición y críticos

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Manuel Drezner
22 de agosto de 2011 - 11:00 p. m.
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En un artículo me encuentro con la siguiente perla: "Ojalá el poderoso Dios de... Felipe II nos acompañe especialmente para defender nuestro placer de algunos críticos, descendientes de quienes dieron lugar a la Sagrada Inquisición...".

Es sorprendente que quien eso escribe no se haya dado cuenta de que la labor crítica es elogiar cuando se merece y señalar la mediocridad cuando existe. Más o menos lo que se entiende de esa maravilla literaria es que hay quienes derivan placer de la mediocridad y que les choca que se les muestre que la hubo. Posiblemente no se den cuenta de que si se sabe distinguir lo mediocre de lo bueno, esto último se gozará más. Pero si hay quienes tienen placeres de la mediocridad, allá ellos y lo único que uno puede hacer es lamentar que existan esas absurdas ilusiones.

Sin embargo, la parte sobre la ‘Sagrada Inquisición’ y los críticos que descienden de quienes dieron lugar a ella, corona con broche de hojalata las ridículas pretensiones de que de la mediocridad se puede sacar placer. En primer lugar, el nombre con que la llamaban no era ‘Sagrada Inquisición’, sino ‘Santa Inquisición’. Si se va a escribir esa clase de divagaciones, por lo menos que se hagan sin mostrar ignorancia. Lo de Santa era un alias como los que usualmente usan los forajidos de ahora por razones propias y que todo lo que ocultaba era un grupo de lo que hoy se apodaría bandas criminales o bacrim, que con repugnante crueldad y sevicia se dedicaban a matar a los ascendientes no sólo de algunos críticos, sino de todos aquellos que se atravesaran a su fanatismo y su codicia. No hay que olvidar que la ‘santa’ inquisición se quedaba con los bienes de sus víctimas. Esto hacía particularmente atractivo crear esas víctimas y a la hoguera fueron muchos inocentes acusados por esos ayatolas de la antigüedad a quienes parece defender el autor de las líneas que se transcribieron.

De todas formas, hacer una defensa de la mediocridad quizá explique por qué ella es común denominador de tanta cosa que se presenta entre nosotros: acusar a los críticos, descendientes o no de quienes originaron la santa inquisición, es como la costumbre antigua de matar a los mensajeros que trajeran malas noticias. En lugar de tratar de eliminar lo mediocre, creen que con vituperar a quienes lo señalan ya justificaron no hacer al menos el esfuerzo por mejorar las cosas. En el pasado se mostró que se podía hacer mucho bueno en lo que se presentaba, pero al tomar el camino de menor resistencia, como se hace ahora, nunca tratan de igualar esas glorias de ayer.

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