Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Es interesante comprobar que nuestros abundantes grupos de teatro ignoraron el cincuentenario de la muerte de Eugenio Ionesco, uno de los dramaturgos más influyentes de la dramaturgia moderna, y uno de los iniciadores, al lado de Beckett, Adamov y Genet, de lo que se bautizó como teatro del absurdo. Nacido en Rumania, pero desarrollado en Francia, Ionesco creyó que el teatro debía reformarse y, para hacerlo, en sus obras mostró una serie de ideas revolucionarias y técnicas de creación dramática que dieron nuevos rumbos a la creación teatral. Fue candidatizado al Nobel de Literatura ocho veces, y al no ganarlo pasó a acompañar a ilustres escritores que fueron ignorados por los sabios suecos. A pesar de que ese teatro del absurdo con frecuencia trata temas existencialistas, Ionesco fue un acervo crítico de Sartre, a quien acusaba de respaldar al comunismo, mientras que ignoraba las atrocidades cometidas por los gobiernos comunistas. Irónicamente, decía que, si a un círculo se le elogia demasiado, se convierte en un círculo vicioso.
La idea de los absurdistas era enfocarse en actos sin lógica, bajo la fachada de un realismo que paradójicamente era artificial, y así mostrar a seres humanos atrapados en un mundo que era incomprensible, y donde cualquier cosa podía pasar. La idea era poner en evidencia cómo lo que sucede en las vidas humanas no tiene propósito, meta u objetivo. Esto se ve claramente en una de las grandes obras del teatro del absurdo, Esperando a Godot, de Beckett, donde la inútil espera de los protagonistas es algo que no tiene ni esperanza ni futuro.
Muchos de los desarrollos del teatro moderno, así no sean de la corriente del absurdo, sí se inspiran en las teorías de este. Dramaturgos como Stoppard, como Mamet y como Pinter, con sus brillantes contribuciones al arte dramático, no hubieran podido existir sin el ejemplo del teatro del absurdo. El presentar los actos vitales a través de un espejo ilógico, que caracteriza a esas obras, no solo los pone de presente de manera nítida, sino que da un toque de sátira a las ideas presentadas. Ionesco sabía que el mostrar en forma no realista los hechos humanos, a la larga, acababa destacándolos y dándoles un énfasis especial.
Es por eso que en muchos centros teatrales del mundo se revivieron este año las obras de Ionesco, algo que entre nosotros, como se dijo al principio, no sucedió. Es una lástima que se haya perdido esta oportunidad de mostrar a un escritor excepcional, no solo por sus obras, sino también por las ideas que presentó.