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“La Cenicienta” y las hermanas feas

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Manuel Drezner
20 de junio de 2015 - 12:53 a. m.
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Volvió Thierry Malandain con su Ballet de Biarritz en una versión danzada de La Cenicienta, el cuento de hadas clásico, que en la concepción del coreógrafo queda en segundo lugar, ya que la madrastra y las hermanas feas que tanto persiguen a la protagonista casi son el centro de todo.

Son personajes con humor algo grotesco, ya que madrastra y hermanas son interpretadas por hombres cabecipelados de musculatura evidente y que se burlan de muchas de las convenciones del clasicismo, dentro de la pauta de Malandain de combinar las tradiciones del ballet clásico con un lenguaje moderno que no ignora la herencia del ballet clásico, el de baile en punta de pies y movimientos alrededor de los cuales se basa toda la coreografía. 
 
El conjunto de Biarritz ya había actuado en la ciudad hace algún tiempo y en esa ocasión escribí que la solución de este artista para hacer danza moderna sin abandonar el arte de ayer fue encontrar métodos que combinaran las tradiciones del ballet clásico con un lenguaje más avanzado. Por eso su Cenicienta se presenta con una gran economía de colores, un decorado basado en decenas de zapatos femeninos colgados los unos al lado de los otros y un vestuario que usa prácticamente sólo grises y negros con ocasionales vestidos color carne para los personajes fantásticos que forman parte de un cuento de hadas. 
 
Malandain nuevamente mostró que los dos mundos, el de la danza clásica y el de la danza moderna, no son incompatibles. Las suyas son soluciones de gran economía, pero de mucho contenido. La mencionada presencia de las hermanas feas dominando la escena agregó ese toque risueño que hizo de esta versión algo de gran encanto. No depende ella del virtuosismo de los bailarines y bailarinas, sino de conjuntos que usualmente no tienen la simetría de los grandes ballets de la historia del arte. El resultado total es atractivo y la hora y media de esta presentación se pasa volando. 
 
Es bueno que se den estos ejemplos que muestran que se puede hacer arte escénico nuevo, sea teatro, ópera o ballet, sin necesidad de traicionar los conceptos de los creadores. Esta Cenicienta que acaba encontrando a su príncipe encantador, después de haber sido mimada por su padre (un bailarín de saco y corbata y no con las mallas de la tradición) y a quien las hermanas feas pueden rechazar pero no maltratar, es definitivamente un logro de alta categoría que el grupo de Biarritz presentó con mucha dignidad.

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