Ricardo Camacho con su Teatro Libre ha sido por mucho tiempo el adalid del buen teatro clásico entre nosotros.
Sus programaciones han incluido obras importantes de grandes autores y el teatro puramente comercial ha brillado por su ausencia. Quizá esta no sea la receta para una buena salud económica pero si lo es para satisfacer una innegable necesidad de las artes escénicas en la capital. Son varias las obras de Shakespeare que han figurado en sus carteleras y ahora ha incursionado en una de las más curiosas del insigne dramaturgo, La comedia de las equivocaciones, que está en estos momentos en temporada en la sala mencionada. Digo que es una obra curiosa puesto que se trata de una farsa en la que no explora los grandes temas comunes a casi toda su obra, sino que es una pieza intrascendente, claramente pensada para divertir. Ella está basada en una comedia de Plauto, sobre las confusiones creadas por gemelos idénticos que nunca se han visto y que coinciden de pronto en una ciudad. La diferencia está en que en la obra de Plauto solo hay un par de gemelos mientras que Shakespeare agregó un par adicional de gemelos que son los criados (esclavos, dice el original) de los otros dos. Ellos son confundidos entre si y a cada uno le achacan lo que hizo el otro con resultados evidentemente divertidos.
La pieza sirvió de base a una opereta de Broadway y ha sido montada con frecuencia por que a pesar de lo ligera, se alcanza a vislumbrar el genio shakesperiano. Como se ve por lo descrito, La comedia de las equivocaciones basa su humor más en las situaciones que se presentan por las confusiones entre las dos parejas de gemelos que de las actuaciones, que deben ser discretas para que el humor de la comedia se capte. Camacho, sin embargo decidió seguir una extraña moda de los últimos tiempos y convirtió la obra en una especie de teatro clown o sea que los intérpretes actúan como payasos de circo. El resultado fue que lo que se vio fue algo exagerado y el argumento se olvidó tras los disfraces de los actores. No quiero que me interpreten mal: el teatro de clown es un género perfectamente respetable e incluso tiene algo de admirable pero con la condición de ser aplicado a obras que dependan más de lo que hacen los actores que del argumento en sí mismo. Este no es el caso con la obra que se comenta de modo que no se captó la intención de Shakespeare. Es lástima porque lo que hace habitualmente el Teatro Libre es altamente satisfactorio.