Aparentemente cuando hay problemas económicos, las artes y la cultura son las primeras en sufrir. El caso del Colón de Buenos Aires, que parece estar a punto de cerrar sus puertas por falta de presupuesto, es un ejemplo claro de esto. Muchas instituciones internacionales están perdiendo tradicionales subsidios del Estado y por eso podrían desaparecer. Entre nosotros, aunque algunas entidades culturales siguen en marcha, son muchísimas las manifestaciones que han desaparecido no solo por la pandemia sino por falta de apoyo. Existe el rumor de que el presupuesto destinado a la cultura corre peligro de ser reducido drásticamente y por eso se lanza esta voz de alarma, ya que muchas entidades culturales dependen del apoyo que el Estado les proporcione, sin el cual beneméritas instituciones pasarían a mejor vida.
Una tradición de muchos años e incluso de siglos está siendo amenazada porque los políticos y economistas, cuando se ven enfrentados a un problema económico, lo primero que piensan es que la cultura es superflua y, en lugar de buscar economías en la eliminación de burocracia o en el control de gastos, tratan de quitar a los ciudadanos su alimento espiritual. Este es un llamado de atención, ya que el viejo refrán que recuerda que “cuando la barba de tu vecino ves rapar, pon la tuya a remojar” podría aplicarse igualmente a nuestros países. Con el problema adicional de que en muchos sitios hay cantidad de mecenas privados, pero ellos no abundan entre nosotros.
Lo anterior es lamentable y, como pareciera que hay quienes consideran que la cultura no tiene importancia y desearían que a la larga se prive a los ciudadanos de algo a lo que tienen tanto derecho como a un puente peatonal, por ejemplo, es bueno que los amantes del arte y la cultura alcen su voz de protesta antes de que sea tarde.