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La danza moderna en Bogotá

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Manuel Drezner
18 de noviembre de 2015 - 03:14 a. m.
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La ciudad es escenario de un festival de danza organizado por Idartes y aunque, como parece ser una mala costumbre de organizadores de actos culturales, aquí también hubo poca difusión para un evento tan importante, tuve oportunidad de ver dos grupos de danza moderna, ambos de gran mérito y que presentaron nuevas concepciones del arte.

Se trata del conjunto Vértigo de Israel, en el Colón, y lo que llaman Grandes Ballets Canadienses de Montreal, en el Santo Domingo, ambos con creaciones originales y ambos de gran interés, así los conceptos básicos sean bien diferentes.

Ellos siguen la línea de muchos coreógrafos que quieren dejar atrás las restricciones que implican crear obras basadas en las tradiciones clásicas. Aquí no hay bailes en puntas ni pas de deux convencionales. Lo que importa es el movimiento corporal y la imaginación del coreógrafo para mostrar como este puede servir para darnos algo estéticamente válido.

En el caso de Vértigo, los israelíes mostraron una serie de cuadros, muchos de ellos acertados, así uno no viera con claridad una unidad de concepto. Abandonan la tradición y lo que hacen lo hacen muy bien pero la coreógrafa Noa Wertheim, en su intento de mostrar, según informa el programa de mano, un resumen de varios años de trabajo del grupo del cual también es directora, efectivamente presenta momentos, algunos de gran hermosura, pero sin llegar a una obra que vaya más allá de lo fragmentario.

Algo similar se puede decir de lo que hizo el grupo canadiense. Dicen que la obra es una especie de resumen de trabajos pasados de su coreógrafo Ohad Naharin y tal vez eso impida ir más allá de números sueltos sin conseguir que uno vea un concepto unitario. Es una especie de catálogo de las creaciones de Naharin que en ningún momento crean algo integrado. Esto se dice más como descripción que como crítica, ya que el espectáculo no solo es interesante, sino a momentos emocionante. Desde que la gente entra a la sala, ve un bailarín solitario y la presentación comienza cuando se le unen la otra docena larga de bailarines que comienzan una serie de números con gran técnica, llenos de agilidad y que incluyen momentos en que suben a miembros del público a acompañarlos en lo que hacen. En otro capítulo, los bailarines sentados en semicírculo en sendas sillas se van despojando de sus ropas mientras se mueven hasta quedar en ropa interior, con el motivo común de un bailarín solitario que no sigue el unísono. Todo es hecho con la mayor libertad imaginable y el público parece compenetrarse con lo que se presenta.

Fueron entonces dos noches de ballet del mayor interés y que muestran que la danza moderna con su lenguaje propio tiene mucho para ofrecer y las dos compañía que se mencionaron lo ofrecen muy bien.

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