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La hora de los espectáculos

Manuel Drezner

13 de marzo de 2011 - 10:00 p. m.

Alguien dijo alguna vez que "la puntualidad es la cortesía de los reyes".

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Uno ya está acostumbrado a que las horas de citas de los médicos sean parte de la mitología y afortunadamente en cuestiones jurídicas se acabó lo que se llamaba “hora judicial”, en la que un acto en un juzgado anunciado a determinada hora, podía comenzar hasta sesenta minutos más tarde. Pero en los espectáculos que se presentan en Bogotá parece aplicarse una versión renovada de esa hora judicial. Quiero decir que un espectáculo anunciado a una hora cualquiera, puede levantar el telón a cualquier hora menos la anunciada. Es común que una obra comience casi una hora más tarde de lo que se prometió. Muchas veces la razón que dan es que “hay que dar tiempo a la gente para que llegue” o “en esa forma se evitan los problemas que el tráfico ocasiona al público”. Lo cierto es que un grupo minoritario de este público comienza a llegar tarde para no tener que aguantar una larga espera y así se crea un círculo vicioso.

Creo que es tiempo de que alguien diga que ese retraso en comenzar el espectáculo es un irrespeto al público y una falta de cortesía. No hay ninguna razón para que el telón se levante a una hora diferente de la que se anunció y si se teme que va a haber mucho tráfico, pues la solución simple, casi que de Perogrullo, es que se anuncie una hora diferente, así sea más tarde, pero que cualquiera que sea la hora que se anuncie, esa hora debe cumplirse. La única justificación para que algo no comience a la hora en que se anunció que va a comenzar debe ser una fuerza mayor. En otra forma, ese incumplimiento da la impresión de que hay algo improvisado, de que las cosas no están funcionando o que no ha habido suficiente preparación y ensayo. Si alguien llega tarde, en los teatros que se respetan en el mundo, no lo dejan entrar hasta que haya una pausa apropiada y así no sufren quienes llegaron cumplidamente.

Lo anterior no es una queja personal, sino un reclamo que todos los asistentes habituales a espectáculos en Bogotá hacen, sin que se ponga remedio. Creo que con la abundancia y profesionalismo en las salas en Bogotá, comenzar un espectáculo a la hora anunciada es posible y ese vicio parroquial, provinciano, de no cumplir con la hora prometida, debe acabarse. Por mi parte, prometo que aportaré mi grano de arena y en el futuro dejaré constancia en cualquier comentario de la falta de cumplimiento en comenzar.

 

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