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La coronación de Popea, de Claudio Monteverdi, que el Teatro Santo Domingo presentó como parte de las conmemoraciones de su 15º aniversario, no es una ópera fácil para oídos modernos. Esta obra, compuesta en los albores del arte operático, sigue los deseos de quienes la crearon, de resucitar el teatro griego que suponían debía haber sido recitado con acompañamiento musical, muy distinto de la ópera de nuestros días. Por eso es muy satisfactorio que a las funciones respondiera el público con llenos casi completos y aplauso entusiasta.
La representación estuvo a cargo de un grupo muy homogéneo de cantantes, acompañado por el conjunto barroco El poema armónico, dirigido por Vincent Dumestre, y la dirección escénica de Pedro Salazar. La escenografía, muy abstracta de Julián Hoyos, a base de figuras geométricas, permitió un desarrollo continuo. El papel protagónico de Nerón estuvo a cargo de la mezzo-soprano Luciana Mancini, quizá recordando que probablemente en sus primeras representaciones dicha parte la cantara un castrato, aunque hay que decir que esta voz no tiene nada de femenina, como se puede ver por las grabaciones que subsisten del último castrado del que hay noticias, Moreschi (que están en You Tube). Hubiera sido preferible que esa parte la hubiera cantado un contratenor. En general, el elenco estuvo bien musicalmente, proyectando bien, aunque hay que decir que la excelente pero pequeña orquesta a ratos era opacada por el canto. La dirección escénica fue bastante somera, con muy poco movimiento y que no ayudó a transmitir la intensidad emocional y el profundo conocimiento de la naturaleza humana que caracterizan esta obra de Monteverdi.
El que se haya presentado en Bogotá esta inmensa obra es un hito y ayudó a celebrar dignamente el aniversario del Teatro.
