Han bautizado a algunos políticos con el nombre de Atila, legendario rey de los hunos, ya que se han puesto del lado de los vándalos que se infiltran en protestas legítimas para destrozar lo que encuentran. Lo cierto es que esos Atilas que lanzan la piedra y esconden la mano han hecho mucho para desprestigiar la libertad de expresión, que confunden con libertad de asolar lo que encuentran. Lo malo es que la comparación no es justa, ya que Atila era un corderillo al lado de esos políticos que aparentemente creen que creando caos conseguirán ganancias.
Que Atila fue un guerrero cruel no cabe duda, pero es posible que su mala fama se deba en buena parte a que su historia la escribieron los vencedores. El apodo que le dieron de “azote de Dios” se debía a que asolaba todo lo que encontraba a su paso. Los hunos eran parte de tribus nómadas que crearon un gran imperio bárbaro con los ostrogodos y que cuando Atila llegó al poder decidieron extender sus dominios a Europa. Hay quienes atribuyen eso a deseo de venganza de Atila, quien creyó que le habían ofrecido como esposa a una dama romana, Honoria, y a último momento retiraron la oferta.
Es romántico atribuir a un amor fracasado la crueldad de Atila, pero eso tampoco se ha comprobado históricamente. Los hunos tuvieron gran superioridad militar, gracias al invento del estribo para sus cabalgaduras, que les permitía batallar con ambas manos sin caerse y eso les facilitó ganar batallas e incluso llegar hasta lo que hoy es Italia; pero a la larga no pudieron conquistar Roma, pues Atila murió mientras intentaba reunir un ejército para conquistarla. Según la leyenda, su deceso se debió a una borrachera en la noche de su matrimonio y a su desaparición siguieron intentos infructuosos de sus generales de continuar sus conquistas, pero fracasaron y el imperio huno desapareció.
Pero el propósito de Atila no era crear el caos, sino lucrarse y en eso se diferencia de quienes aparentemente lo único que desean es hacer revoluciones destrozando todo, sin darse cuenta de lo difícil que es construir sobre ruinas. Atila traía consigo la barbarie y aunque los romanos no eran exactamente peras en dulce, crearon una civilización que fue la base de todo lo que a lo largo de los siglos sería el Occidente. La experiencia de la historia ha mostrado que, contra todas esas teorías que dicen lo contrario, las ruinas no son buen cimiento para crear algo mejor. Por tanto, se trata aquí de protestar por la mencionada comparación con lo que fue Atila, ya que este era un filántropo si se le compara con los apóstoles de la destrucción.