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En estos días de las postrimerías del año, con algunos amigos, hablábamos de lo mal que les va a muchas de las mujeres que protagonizan óperas. En especial, ellas mueren en forma continua y la conclusión a que se llega es que uno de los peores destinos para el sexo femenino, es ser la heroína de una ópera. Encontramos varios ejemplos y aquí, a título de curiosidad, se cita la mala suerte que corren algunas de ellas.
Un ejemplo clásico es el de Aida, que muere asfixiada en la tumba en la que han condenado a su amado Radamés, pero ella lo quiso así. Igualmente Tosca, que no solo es cantante de ópera en la vida real, sino que hace además interpreta un papel de cantante se suicida lanzándose desde las torres del Castillo de San Ángelo, lo cual es mucho más dramático que lo que hacen algunos directores escénicos dizque innovadores que ordenan que la maten. También se suicida Leonora en El trovador para no correr, como decían, un destino peor con la muerte con el que resulta ser el hermano de su amado Manrico. La pobre Desdémona es víctima de los celos de su marido, quien la ahoga e igualmente Carmen es matada por un recluta celoso ante una plaza de toros. La pobre Gilda, hija de Rigoletto, es asesinada por un sicario profesional y además es entregada en un saco a su incauto padre.
En la ópera “Payasos”, Nedda muere apuñaleada por su marido durante la representación de una comedia, porque el esposo descubrió que ella tenía amoríos secretos y la pobre Lucia di Lammermoor no solo enloquece sino que muere. Un caso curioso es el de Isolda, que muere sin causa clara, ya que el que se muera por amor no figura en los diccionarios médicos. Y hablando de Wagner, en “El holandés errante”, Senta se va con su amante a pesar de que sabe que eso implicará la muerte de ambos. A María en “Wozzeck” la asesina su mismo marido a quien un médico ha enloquecido con sus experimentos. Madame Butterfly se hace el Harakiri con el pretexto de que debe morir con honor, quien no pudo vivir la vida con honor, aunque ella en todo momento fue esposa fiel. Violeta tiene una muerte más prosaica, pues muere de tisis, mientras que Norma acepta sus supuestas culpas que le impiden ser virgen vestal y se arroja a una pira funeraria. Salomé, al recibir la cabeza del bautista, muere espichada por los escudos de la guardia. Como se ve, a las protagonistas operáticas no les va nada bien, pero todas cumplen con ese precepto operático de que nadie muere mientras no haya cantado todo lo que haya que cantar.
