Una noticia que dio la vuelta al mundo fue la de unos vándalos que echaron sobre la Mona Lisa, de Leonardo da Vinci, el contenido de un recipiente de sopa. Afortunadamente no lograron causar gran daño a esa obra maestra básica de la humanidad, pero al ser detenidos ellos afirmaron ser activistas que buscaban llamar la atención sobre los peligros que el cambio climático podía causar a la vida en nuestro planeta.
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No es muy claro qué relación haya entre intentar destruir la Mona Lisa con el cambio climático, pero ese es otro intento de atentar contra tesoros del arte con ese pretexto y que ha incluido interrumpir conciertos sinfónicos y representaciones operáticas y teatrales.
Es cierto que el cambio climático es uno de los grandes problemas de nuestros días y los movimientos que buscan luchar contra los causantes de ese fenómeno anotan que es urgente reemplazar energías fósiles por energías renovables, como la solar o la eólica. Por ejemplo, el cambio climático ha ocasionado entre nosotros que los nevados del Ruiz y del Tolima estén en camino de dejar de ser nevados por los aumentos de temperatura. Pero, muchas veces, al corregir un problema se crea otro. El reemplazo de carros con motores de combustión interna por eléctricos hace necesarias plantas generadoras de electricidad que usan energías fósiles. Interrumpir la explotación de fuentes de energía fósil puede traer graves problemas económicos, pero que hay que buscar formas de frenar el peligroso cambio climático es evidente. Lo que no lo es tanto es que quienes son activistas del cambio se dediquen a destruir obras de arte, porque eso es vandalismo, y luchar contra este no implica que uno no esté de acuerdo con la necesidad de encontrar fórmulas que reduzcan el cambio climático a niveles no peligrosos.
