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La muerte de Guillermo Abadía

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Manuel Drezner
22 de enero de 2010 - 01:48 a. m.
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Hace algunos años, cuando a Guillermo Abadía Morales le hicieron un reconocimiento por su fecunda labor, escribí que si en Colombia existiera la laudable costumbre japonesa de destacar a ciertas personas como tesoros culturales vivientes, el primero que merecería ese nombramiento sería Guillermo Abadía. Aunque sus méritos eran indudables, como se verá, Abadía me llamó a hacer una lista de personas que merecerían ese nombramiento antes que él, así era su modestia.

Pero la verdad es que en Colombia han existido pocos investigadores y humanistas como lo fue Abadía. Un estudiante serio del folclore, no se contentaba con reproducir otros estudios que se hubieran hecho, sino que él mismo se metió en la selva por muchos años, entre los indígenas para estudiar su lengua, sus costumbres y lo que le apasionaba por encima de todo, sus manifestaciones folclóricas.

Pero después Guillermo Abadía decidió que también en el pueblo no indígena había mucho para estudiar y dedicó el resto de su vida a investigar el folclore del campo y hasta el de la ciudad y revivió muchas manifestaciones que se creían perdidas. Su trabajo en búsqueda de las características folclóricas de la nacionalidad fue fascinante y ejemplo de cómo estas manifestaciones populares forman parte importante de la cultura de una nación. Por eso protestaba cuando apodaban música culta únicamente a la que se llama clásica e insistía que igual de culto eran un pasillo o un mapalé cuando eran una manifestación del alma del pueblo. La diferenciación, insistía, era que la una era música erudita y la otra salía de las mismas entrañas de sus creadores pero ambas tenían igual validez cuando de definir la cultura de una nación se trataba.

Era persona sencilla, que siempre cargaba su botella de leche para calmar la úlcera que lo aquejó por muchos años, pero sus conocimientos nadie los negaba así como tampoco esa capacidad única que tenía Guillermo Abadía de divulgarlos. Fruto de sus labores fueron una veintena de libros y una fascinante serie radial, que duró por muchos años, donde presentaba los resultados de lo que había investigado. Además, de un trabajo de campo realizado en Chocó, encontró la relación entre los cantos primitivos de los chocoanos y las más profundas raíces del romancero español.

Ya estaba cerca del siglo Guillermo Abadía Morales, quien acaba de morir, y el vacío que dejará en las investigaciones folclóricas del país será grande. Afortunadamente en forma generosa el maestro creó sucesores y divulgó su sabiduría de modo que su labor no se perderá con su muerte. Pero que hará falta su conocimiento, mezclado con sencillez, pero profundo y general, nadie lo puede negar.

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