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Las noticias dan cuenta de la muerte del compositor rumano Vladic Deacescu, quien salió en una lancha a alta mar y no se volvió a oír de él.
Deacescu era parte de un movimiento modernista de músicos que buscaban una vuelta a las raíces nacionales y en sus obras, algunas de las cuales han sido llevadas al disco, mostraba una tendencia a combinar lo moderno con piezas en las cuales la melodía tenía nuevamente una parte principal. No era muy conocido, y de hecho una de las razones por las cuales se cita esta noticia es porque con ella se agrega una muerte más la de músicos que han muerto en circunstancias extrañas. No son muchos los compositores que salen en lancha a pasear y eso da un carácter único a su desaparición.
Claro que no es tan dramática como lo que ha sucedido con otros compositores, muchos de los cuales tienen en común muertes extrañas, por decir lo menos. Aparte de la leyenda del envenenamiento de Mozart por parte de Salieri, que se ha mostrado de sobra que no fue cierta, existen otras muertes tan raras como la de César Franck, que murió atropellado por un tranvía, o la de Lully, a quien le dio una gangrena cuando el bastón-batuta con que dirigía la orquesta golpeó su pie en lugar del piso. Gesualdo, que además era príncipe, murió asesinado por los familiares de una de sus amantes, y el pobre Schubert, no muy afortunado en vida, acabó por culpa de una sífilis que cogió en alguna aventurilla.
Varios compositores, entre ellos Schumann, Smetana y Hugo Wolf murieron locos, lo cual ha dado ocasión a alguno de decir que algo debe tener la creación musical para que así acabaran tan grandes artistas. El alcoholismo fue lo que se llevó a Mussorgsky, y ese impresionante retrato que le hizo Ilya Repin dos semanas antes de su muerte refleja ese triste estado. Por razones misteriosas, varios músicos contemporáneos han acabado por culpa del sida. Ravel, por su parte, acabó por culpa de un accidente automovilístico, que además le impidió seguir componiendo en sus últimos años, lo cual hace reflexionar sobre la cantidad de obras maestras que se perdieron.
Los anteriores son sólo algunos ejemplos que muestran que los últimos momentos de los músicos no siguen pautas reconocidas. Músicos que hayan muerto de viejos, sin complicaciones, no abundan, pero eso, desde luego, no permite concluir que la composición musical sea profesión particularmente peligrosa, así lo parezca.
