Krzysztof Penderecki fue parte de ese inmenso renacimiento de la música polaca que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XX y nos dio músicos como el mismo Penderecki, además de Gorecki y Lutoslawski. Todos ellos hicieron importantes aportes a la música contemporánea y con justicia se les considera entre los más importantes músicos de nuestros tiempos. La muerte de Penderecki (apellido que se pronuncia Penderetzky) ha traído consigo homenajes por parte de destacados músicos, en muchos de los cuales lo nombran como una de las cimas musicales de las últimas décadas.
Penderecki visitó varias veces Bogotá y aquí presentó algunas de sus obras, que fueron bien recibidas. La razón fue que, a pesar de que el suyo era un lenguaje contemporáneo, nunca lo llevó a extremos y se negó a formar parte de ninguna tendencia, a tal punto que su música es difícil de clasificar.
Lo cierto es que esta es tan expresiva que grandes directores la usaron (solo una vez escribió para una cinta) como fondo musical en por lo menos media docena de películas. Una buena parte de la obra de Penderecki es religiosa, uno de los pocos compositores modernos (junto a Part) que tienen la expresión de la fe como tema de sus creaciones. En contraste, al lado de estas supo escribir obras como su ópera con fondo erótico Los diablos de Loudun, que poco a poco se está incorporando al repertorio de las casas líricas. Quizá la más conocida de sus composiciones es la Trenodía por las víctimas de Hiroshima, una obra para una cincuentena de instrumentos de cuerda, que sabe transmitir a lo más profundo la compasión, pero también la rabia por esas muertes de la primera bomba atómica. Brecht manifestó que no hay obra de arte que pueda parar una guerra, pero a veces uno piensa que una pieza como esta sí puede ayudar a que esas primeras bombas atómicas sea también las últimas.
Quienes lo conocieron confirman lo modesto de su personalidad, un hombre callado que nunca quiso ser parte de ningún movimiento, pero que expresaba sus convicciones en forma enfática. Una de sus actividades extramusicales era sembrar árboles. Muchos músicos le han rendido homenaje y el director de orquesta Ken Nagano acertó al decir que la obra de Penderecki proveía de importantes impulsos sociales y musicales, y que su visión creativa fue una parte esencial del horizonte musical.
Con su muerte, la gran generación de compositores que surgió después de la Segunda Guerra Mundial (Stockhausen, Boulez y Ligeti, entre otros) ha desaparecido y no se ve muy claro que haya reemplazo para ellos. Eso hace que la muerte de Penderecki sea doblemente lamentable.