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Es irónico que este año, en que se conmemora (no aquí, donde las conmemoraciones no fueron muchas) el centenario de la muerte del gran Haydn, haya muerto, el pasado sábado a sus 83 años, el más grande investigador y divulgador de la obra de Haydn, el musicólogo H.C. Robbins-Landon.
Este ilustre crítico no pertenecía a esa extraña cepa de intelectuales que creen que lo que escriben no tiene peso si no está escrito en un lenguaje que nadie, sino otros eruditos, entienda. Por el contrario Robbins-Landon, dentro de la profundidad y la sabiduría con que escribía, era además ameno y leer sus estudios sobre música, fuera de informativo, es algo placentero. Sin duda a esto contribuyó el que fuera persona informal, que se enorgullecía de que se bañaba desnudo en su piscina junto con todos sus colaboradores, y que había comenzado su interés en la obra de Haydn cuando era un sargento del ejército que liberó a Austria en la segunda guerra mundial.
Pero además de ser un estudioso serio, Robbins-Landon fue igualmente práctico. Para hacer conocer sus investigaciones, fundó la famosa Haydn Society, editora de discos y de partituras, en que prácticamente resucitó esas obras maestras que son las Misas de Haydn, que habían recogido polvo por siglos sin que nadie interpretara las que resultaron ser música maravillosa, culminación del genio que fue Haydn. También en esa empresa hizo la primera grabación moderna del Don Juan de Mozart con Stabile como inolvidable intérprete. Además, su labor de revivir las óperas de su amado Haydn trajo al repertorio obras que habían sido injustamente olvidadas y que, aunque dramáticamente pueden ser discutibles, musicalmente son maravillosas.
Robbins-Landon igualmente hizo una contribución al lenguaje al crear la palabra “Barrococo”, una mezcla de barroco y rococó, con la cual describió esa música fácil, muy agradable pero con poco contenido y profundidad con que nos invadieron por muchos años en conciertos y ediciones fonográficas. Robbins-Landon la describía como música repetitiva en que todos los compositores sonaban igual y que salvo las excepciones como los Vivaldi y Corellis, había cantidad de Locatellis y Manfredinis, que sí habían sido olvidados en forma merecida.
Hará falta en el mundo de la música Robbins-Landon, porque divulgadores e investigadores de su categoría no se dan con frecuencia.
