Ha llegado la triste noticia de la muerte de Dietrich Fischer-Dieskau, poco antes de cumplir 87 años.
Su inmensa trayectoria como cantante de ópera y de lieder fue única en los anales del arte lírico, ya que este barítono revitalizó la interpretación de la canción culta y sus versiones de la obra vocal de Schubert, Schumann, Wolf y Brahms, entre otros, son monumentos de la historia del disco clásico. Más que los Pavarotti, Domingos o Callas, Fischer-Dieskau fue el cantante favorito de quienes quieren más profundidad interpretativa que florituras vocales y eso lo muestran los honores que recibió a lo largo de su fecunda vida, uno de ellos el título reiterativo que le daban invariablemente de Cantante del Siglo.
Fue un artista generoso, siempre listo a ayudar y enseñar a los intérpretes nuevos y a mostrar la creación de los compositores de nuestros tiempos. Su labor de divulgación de las obras maestras de la música vocal está reflejada en más de 500 discos que grabó, una cifra asombrosa pues en ellos prácticamente mostró lo más importante del repertorio. Agréguese a estos sus papeles operáticos que incluían desde Mozart hasta Verdi y Wagner, y se verá que fue un artista único desde cualquier punto de vista desde el cual se mire.
Yo recuerdo muy bien cuando lo oí, infortunadamente por única vez, en la interpretación de La bella molinera, de Schubert. Al final, cosa increíble, hubo un respetuoso silencio y de pronto la tempestad de aplausos. Decir que el público enloqueció es quedarse corto ya que la ovación que siguió duró fácilmente quince minutos. El cantante, sabiamente no dio ningún bis, porque ¿qué se puede cantar después de una versión tan magistral? Esa ha sido una de las experiencias inolvidables en toda una vida de asistir a conciertos y muestra lo que era Fischer-Dieskau.
Son pocos los cantantes en línea para ser considerados como sucesores del gran artista y eso es lástima, pero la herencia que dejó detrás Dietrich Fischer-Dieskau seguramente figurará en forma indeleble en los anales de la música.
