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La música del mundo

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Manuel Drezner
14 de junio de 2012 - 11:00 p. m.
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Una de las más interesantes programaciones que han tenido lugar este año en el Teatro Santo Domingo ha sido la serie de conciertos llamada "Música del mundo", donde se han presentado conjuntos que van desde recónditos cantantes africanos hasta los músicos que se habían popularizado en las aldeas europeas con población judía, llamados klezmer, pasando por intérpretes de Asia Menor y de la Europa báltica.

No se trataba, hay que decirlo, de folclore auténtico, sino de piezas con mucha influencia moderna, en especial de jazz, todo lo cual se reflejaba en grupos con instrumentos variados que incluían baterías, trombones, tubas y hasta guitarras eléctricas.

Lo anterior quiere decir que se trataba de una evolución moderna de la música folclórica, y en todas las agrupaciones que se presentaron se oyó un sonido diferente para esas interesantes manifestaciones populares, que no se han quedado estancadas, sino que han evolucionado con el tiempo. El buen gusto, sin embargo, fue un común denominador de las diferentes presentaciones, así como la juventud de la mayoría de los intérpretes. Ellos tocaban con un entusiasmo tal que el público se contagió y se vio el espectáculo de jóvenes y hasta adultos mayores, de pie, balanceándose con los ritmos interpretados en un baile improvisado que se manifestó con casi todos los grupos, vinieran del lugar que vinieran. Si algo puede demostrar el poder universal de la música, fueron estos conciertos, en los cuales, sin importar la región del mundo de donde vinieran o el idioma extraño en que cantaban, hubo el mismo entusiasmo, espíritu y alegría en todos los casos. Un ciclo de presentaciones interesante y que fue acogido con entusiasmo por la audiencia que llenaba la sala.

Valdría la pena, si se repiten estas programaciones en el futuro (y ojalá lo hagan porque se trató de algo de alta calidad), que se buscara la forma de acortar los programas, ya que en ellos el promedio de duración fue de tres horas, con lo cual se salía bien cerca de la medianoche. Igualmente, habría que buscar que la amplificación del sonido fuera menos agresiva, pues no se justifica poner un volumen que estaría muy bien para un estadio gigantesco pero no en un teatro con acústica suficientemente buena como para no tener que acudir a esos excesos de amplificación.

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