Idartes y la Cinemateca Distrital anuncian con orgullo planes para construir un nuevo centro cinematográfico que contará con varias salas de proyección, laboratorios, aulas de enseñanza y lugar para guardar un archivo fílmico que me imagino ha ido creciendo con los tiempos.
La verdad es que la labor de las cinematecas y de los cineclubes es indispensable para crear una cultura fílmica, y este anuncio merece ser destacado y el deseo, además, de que llegue a una culminación exitosa y no se quede en mitad de camino o, peor, que se anuncie y no se realice nunca.
El problema del cine es que no existen lugares donde el que lo desee pueda conocer la grandes obras del pasado, que, en últimas, son las que constituyen la historia de este arte. Los compositores logran que sus creaciones sean interpretadas por orquestas y solistas, los pintores viven a través de los museos y lo mismo puede decirse de autores cuyas obras son publicadas, e incluso hoy día se pueden adquirir por internet, o los dramaturgos que tienen compañías de teatro poniendo en escena sus obras. Uno diría que con el auge del DVD toda esa gran colección de obras maestras del pasado igualmente podría conocerse, pero lo cierto es que con excepción de algunos quijotes que reproducen en ese medio los filmes importantes de ayer, ese cine pasa desapercibido. Aquí es donde entra la que debe ser la labor de las cinematecas y de los cineclubes: presentar todas esas películas, explicar su importancia y crear un conocimiento del cine que haga que se aprecie el arte más moderno que existe. En esa forma se acaba con el criterio de muchas personas de que esas cintas de ayer son aburridas por su ritmo lento o porque no tienen la profusión de sangre y de sexo del cine de hoy, o esos comentarios ignorantes de algunos que dicen que no ven cine clásico por que es en blanco y negro y no en colores.
Yo hubiera pensado que, más lógico que hacer una cinemateca gigante en el centro de la ciudad (que para efectos prácticos la elimina para muchos aficionados que no se atreven a ir por allí), hubiera sido construir diferentes centros de cine más pequeños por toda la ciudad, en tal forma que la distancia no sea obstáculo para asistir. Pero si esa idea no se adopta, al menos el que se anuncie esa obra gigante es motivo de beneplácito para los amantes del cine clásico y su historia. El buen cine de ayer merece ser presentado, igual que se interpretan piezas de Shakespeare o se tocan obras de Mozart, y la iniciativa que lidera Idartes merece un aplauso unánime de quienes amamos el cine y echamos de menos la oportunidad de ver todas esas obras maestras de directores como Renoir, Welles, Ford, Clair, y tantos otros que hicieron que lo que se llamó séptimo arte fuera arte de verdad. Una cinemateca es algo fundamental para lograr este objeto y el anuncio que se hace demuestra que se trata de algo vital y en desarrollo.