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Una queja continua del público y de las autoridades es la rapidez con la cual delincuentes, incluso cogidos en flagrancia, tardan más en ser arrestados que en ser dejados libres. Como uno debe partir de la base de que los jueces que así actúan están procediendo en derecho, la conclusión a que se llega es que las leyes están demasiado inclinadas a favorecer más al delincuente que a su víctima. La realidad es que todos, incluso los bandidos que azotan la sociedad, tienen derecho a la presunción de inocencia mientras no se demuestre su culpabilidad. Pero, al mismo tiempo, igual que las leyes protegen a quienes cometen crímenes, la gente honrada víctima de la delincuencia pide que los miembros honestos de la sociedad también sean merecedores de una protección que no está recibiendo.
De hecho, hace algunos días se publicó una noticia en la cual unos ladrones infiltrados en los sistemas de transporte público, cuando fueron capturados, se rieron abiertamente ya que sabían que muy pronto estarían libres de nuevo. Desafortunadamente, no se siguió esa noticia y no se sabe si esos criminales realmente están en las calles cometiendo nuevamente delitos o si por fin fueron castigados, pero lo citado muestra que los malhechores parecen sentir que pueden delinquir con impunidad.
Es evidente que cuando el crimen no tiene castigo se fomenta la criminalidad. La inseguridad de la que todos se quejan se origina en parte en la falta de condenas a criminales, incluso aquellos que tienen un largo historial delictuoso. Por tanto, es urgente y necesario que se busque un remedio a esta situación, porque la inseguridad está llegando a extremos peligrosos y la gente honrada merece ser protegida por la ley, igual que la ley ahora está protegiendo al que delinque.
