En junio de 1966, hace 55 años, se inició en firme la llamada Revolución Cultural de Mao Zedong, que como tiene paralelos con lo que está pasando en nuestros días conviene recordarla. Mao había escrito que “una revolución no puede ser amable ni refinada sino que es un acto de violencia en que una clase social acaba con otra”.
Después de haber fracasado en su Gran Salto Adelante, que creó una hambruna sin precedentes, Mao decidió buscar otro camino y declaró la necesidad de una Revolución Cultural que acabara con todos los vestigios del pasado. Miles de ilusos se dedicaron a perseguir a todos los sospechosos de ser enemigos del nuevo orden y destruyeron miles de monumentos, derribaron estatuas e incluso asesinaron a decenas de intelectuales acusados de albergar ideas burguesas. Eminentes profesores fueron puestos a cargar ladrillos en construcciones y todo lo occidental fue prohibido, (un profesor fue ejecutado por estar escuchando a Mozart). La locura llegó a tal extremo que hubo propuestas de cambiar las luces de los semáforos. El rojo, símbolo revolucionario, sería la señal para pasar, mientras que el verde capitalista era para detenerse. Jovencitos vándalos detenían a los más ancianos y destrozaban lo que encontraban a su paso.
Igual que el Gran Salto Adelante destrozó la economía del país, la Revolución Cultural acabó con tradiciones milenarias de China, su educación y su vida intelectual. A la muerte de Mao, la Banda de los Cuatro subió al poder y continuó con la Revolución Cultural, pero exageraron tanto que al cabo hubo una rebelión dirigida por Deng Xiaoping, quien instauró una política de aperturas y reformas que convirtieron a China en lo que es hoy. Los salvajes y vándalos de la Revolución Cultural fueron eliminados en forma poco amable…