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“La visita de la vieja dama”

Manuel Drezner

11 de abril de 2016 - 10:58 p. m.

Mostrar cómo con el dinero se puede conseguir todo, aun lo más criminal, es uno de los temas fundamentales de La visita de la vieja dama, ese excelente drama de Dürrenmatt que muchos consideran una de las cumbres del teatro del siglo XX. Esta obra fue presentada durante el Festival de Teatro por el grupo suizo Malandro, que dirige Ómar Porras, en una adaptación que mostró mucho de lo que hay dentro de esta pieza polémica, así uno no esté de acuerdo con los métodos usados. Específicamente, el uso de máscaras caricaturescas por parte de los actores hizo creer a muchos que esta sátira cruel no era sino una farsa, y como dichas máscaras no aportaban nada a la presentación, se debió usar el viejo teorema teatral de que lo que no contribuye debe eliminarse.

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Porras es un actor y director colombiano radicado en Suiza, donde ha desarrollado una exitosa carrera, y mostró sus dos facetas, no sólo al dirigir La visita, sino también al actuar en el papel de la anciana que llega al pueblo que la prostituyó y expulsó, en busca de venganza contra quien fue el catalizador de su desgracia.

El autor siempre dijo que su obra era una comedia, pero lo que trata es tan serio que es difícil estar de acuerdo con él. Lo cierto es que el personaje central es uno de los grandes papeles femeninos en la historia del teatro, ya que su deseo de conseguir justicia a toda costa, así tenga que comprarla, es mostrada en forma cruel, ya que ella está segura de que con su dinero logrará lo que busca. Ella comenzó consiguiendo al juez y los dos testigos como sirvientes suyos, que han sido castrados y enceguecidos como forma de iniciar su proceso. En esta representación esos tres personajes fueron reducidos a uno solo, con lo cual algunos efectos dramáticos se perdieron. Pero lo que más busca la vieja dama es demostrar que, igual que el rechazo del pueblo la prostituyó, ella los prostituye a ellos, ya que los está comprando con su dinero. Para ella, el deseo de justicia es su modo de vengarse, o sea que iguala la venganza a la justicia. A la larga, con su dinero, la anciana quiere deshumanizar a quienes le hicieron mal, igual que ellos la deshumanizaron a ella. Eso lo muestra cuando dice que igual que la hicieron una prostituta ella hará del mundo un burdel.

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La representación que dirigió Porras fue exitosa en cuanto a un montaje limpio que reflejó muchas de las facetas de esta excelente obra de teatro, con brillantes momentos teatrales, y lo que hubiera sido de desear es que esta versión hubiera mostrado más de los elementos que Dürrenmatt incorporó a su tragicomedia. Lo que se vio fue muy bueno, pero dejó la sensación de algo incompleto.

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