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“Las bodas de Fígaro” en Bogotá

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Manuel Drezner
13 de septiembre de 2022 - 02:00 a. m.
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El Arte y La Cultura.

Recuerdo que en una época afirmaban que en Bogotá jamás se representaría una ópera de Mozart porque no existirían los recursos necesarios. Modestamente, recuerdo que junto con Alberto Upegui en las primeras temporadas de la Ópera de Colcultura decidimos romper ese tabú y con el montaje de Don Juan, se presentó por primera vez en la capital una ópera mozartiana. Desde ese entonces ha corrido mucha agua y ya aquí una ópera de Mozart no es rareza esotérica. De hecho, en la presentación de Las bodas de Fígaro en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo informaron que esta era la octava vez que esta ópera se había presentado en Bogotá. Se hizo bajo la dirección musical de Martin Haselböck y la escénica de Pedro Salazar y un grupo de buenos cantantes donde había una gran representación de colombianos, lo que confirma con orgullo que el país ha madurado en el arte lírico.

La parte musical fue ajustada y los cantantes cumplieron con lo suyo, ya que todo transcurrió bien y el director supo dar tiempos justos para una versión que fue más que satisfactoria. Incluso el aria Dove sono fue cantada después de la del Conde, como las investigaciones más recientes han propuesto, ya que en tiempos de Mozart y después, ella se cantaba tras el sexteto, lo cual era ilógico pero necesario para que algunos cantantes alcanzaran a cambiarse, ya que interpretaban a dos personajes de la obra. Como se acostumbra, las arias de Basilio y Marcelina fueron suprimidas.

En la parte escénica, el director Salazar decidió presentar la ópera con vestidos más o menos contemporáneos, pero sin hacer mayores alteraciones a las intenciones de Lorenzo da Ponte, el libretista. Claro que en nuestros tiempos no existe el droit du seigneur o derecho de pernada que juega papel tan importante en el desarrollo, lo cual hace que haya así un asalto a la lógica. Si se exceptúan la absurda entrada de unos soldados en el primer acto, que nada tenían que hacer, y los estrafalarios vestidos con que vistieron a Marcelina y a Bartolo en la primera parte, el montaje fue normal e interesante, con muchos detalles escénicos hermosos, a lo cual ayudó una buena escenografía sencilla pero funcional. Igualmente Salazar introdujo un detalle novedoso, el recital del soliloquio de Fígaro de la obra de teatro de Beaumarchais dicho en castellano y que la censura no dejó incorporar a las presentaciones originales de la ópera en Viena.

En resumen, esta representación tuvo muchos aciertos y la obra de Mozart recibió en ella los honores que merece esta cumbre de la música de todos los tiempos, fuera de que oír Bodas de Fígaro siempre será un placer único.

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