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Las lecciones de Otto Schenk

Manuel Drezner
17 de enero de 2025 - 11:32 p. m.
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Otto Schenk, quien falleció nonagenario hace algunos días, no es un nombre muy conocido entre los amantes del arte lírico y la ópera, pero fue uno de los más influyentes directores escénicos del mundo operático, con producciones inolvidables en las principales casas del mundo, entre ellas la Ópera de Viena, la Metropolitan de Nueva York, la Scala de Milán y muchas otras. Fue tan influyente que, de hecho, un crítico en su obituario dijo que el montaje que hizo Schenk de “El caballero de la rosa” para Viena y que aún se sigue representando fue la versión definitiva de esta ópera. Los interesados la pueden ver en DVD con la dirección musical de Carlos Kleiber.

Lo notable es que muchas de las producciones de Schenk siguen siendo representadas, a pesar de que algunas de ellas tienen en promedio medio siglo de vida. Lo mismo que pasa con las que hizo Zeffirelli y que también siguen vigentes, tienen en común que ellas, con sus bellísimas escenografías y notables desarrollos escénicos, se ajustan estrictamente a los deseos de sus creadores. Aquí se encuentra el respeto por lo que quisieron Wagner, y Mozart, y Puccini sin que el director escénico haya caído en la tentación absurda de creer que él sabe más de lo que imaginaron los compositores y libretistas de las obras y a pesar de sus innovaciones esos montajes se ajustan estrictamente a lo que indican los libretos. Para poner un ejemplo, mientras que la Tetralogía wagneriana que Schenk hizo para la Metropolitan estuvo vigente por más de veinte años, el montaje que la reemplazó, con complicados aparatos escénicos que costaron una millonada en dólares, apenas se montó por tres temporadas.

La lección que se deriva de esto, es que no se debe jugar con obras maestras y que los genios que las crearon sabían lo que querían y que no tiene justificación que haya intérpretes que traicionen los deseos de esos creadores con la arrogante presunción de que el director escénico sabe más que ellos. Aquí, infortunadamente, hemos visto ejemplos de esas traiciones a los deseos de los músicos que idearon esas obras y eso muchas veces ha dejado un sabor amargo porque ellas han sido abaratadas y en ocasiones destruidas. A nadie se le ocurriría agregarle pitos a la Novena Sinfonía, pero pocos protestamos por esas parodias que muchas veces se presentan como espectáculo operático, La lección del difunto Otto Schenk entonces es que lo que es bueno no hay que tratar de mejorarlo, porque los creadores sabían muy bien lo que querían.

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Gines(86371)18 de enero de 2025 - 01:30 p. m.
1) De acuerdo, don Manuel, no obstante, y teniendo como cierto aquello de: “las comparaciones son odiosas”, diría que lo son para quienes salen perdiendo con ellas. Estúpido es pretender que la música de tal compositor es superior a la de aquel. ¡Por supuesto que hay gradaciones! Diría que los cuatro grandes: Bach, Mozart, Beethoven y Wagner, están en una escala mayor que los demás compositores, al margen de la subjetividad de la música.
Gines(86371)18 de enero de 2025 - 01:30 p. m.
2) En la escenografía sucede otro tanto: Bertolt Brecht, Giorgio Strehler, Otto Schenk y Franco Zeffirelli (para el suscrito, el mejor). Complicado debe de haber sido, para un director escénico, seguir las rígidas instrucciones de Richard Wagner, quien fundó su propio teatro de ópera, el Festspielhaus de Bayreuth, donde escenificó sus obras del modo en que él las imaginaba.
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