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Las marionetas rusas

Manuel Drezner

26 de septiembre de 2014 - 08:48 p. m.

El célebre retablo de marionetas ruso Obraztsov hizo una serie de presentaciones en el Teatro Santo Domingo, con programas variados, de los cuales tuve la oportunidad de ver el último, una versión de Los viajes de Gulliver que confirmó la fama que precedía a la compañía.

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En este espectáculo hay una mezcla de personajes vivos y de títeres, todo muy agradable y de buen gusto y presentado con técnica impecable. Fui con acompañamiento infantil y debo atestiguar que si bien los niños gozaron el espectáculo, se quejaron de que era en ruso con títulos en español, lo cual restó por momentos comprensión. Aparte de esto, fue algo de gran calidad y que fue recibido con entusiasmo por el público que llenaba la sala.

La presentación me trajo a la memoria otras ocasiones cuando Bogotá pudo ver, por ejemplo, los Piccoli de Podrecca, un grupo de mucha fama en el pasado, y las marionetas de Salzburgo, que incluían óperas de Mozart en su repertorio. Pero además hubo un excelente retablo nacional, manejado por Muñocito, el padre de nuestro gran actor Carlos Alfonso Muñoz, que se presentaba en el llamado teatro cultural del Parque Nacional, otra gran iniciativa del pasado para los niños, que inexplicablemente dejaron morir. Fue en esa época cuando surgió la discusión, iniciada por León de Greiff, de por qué a quienes manejaban títeres los llamaban titiriteros y no titereros, aunque hay que decir que ambas palabras figuran en los diccionarios, aunque sí pareciera que sobrara la primera. Hubo igualmente una polémica de si eran más auténticos los muñecos de mano que los manejados por cuerdas y en esa época se llegó a la conclusión de que, si bien ambos son títeres, sólo los que se movían con cuerdas o mecanismos de otra índole eran marionetas verdaderas. Se trajo a cuento el recuerdo del capítulo sobre del retablo de maese Pedro, inolvidable episodio del Quijote, donde el caballero se compenetró tanto con lo que sucedía en el escenario que subió a combatir y destrozar los muñecos. Este relato inspiró una bella ópera de Manuel de Falla que por iniciativa de Guillermo Espinosa, Matías Morro y Bernardo Romero Lozano, y con la colaboración de Muñocito y de Hena Rodríguez, que creó una serie de hermosos muñecos, se presentó con la sinfónica en el Colón.

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Como se ve, el noble arte de la marioneta ha tenido antecedentes ilustres entre nosotros y la visita del grupo ruso ha traído estas añoranzas en buen momento.

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