Cada cierto tiempo, diversas entidades y publicaciones hacen una encuesta para determinar cuáles son las 50 o las 100 o las 1.000 mejores películas de todos los tiempos.
Es extraño que casi nunca las listas nuevas coincidan con las anteriores y la mejor prueba está en la más reciente que aparece en el último número de la prestigiosa revista francesa Cahiers du cinéma, que llamó a 78 críticos e historiadores para que votaran sobre lo que ellos llaman “cinemateca ideal”. Claro que el primer puesto sigue siendo para El ciudadano, de Orson Wells, y el segundo para el maravilloso Las reglas del juego, de Renoir, que parece que no serán desplazadas, aunque está la novedad de que el segundo lugar está empatado con La noche del cazador, que en otras encuestas a duras penas ocupaba los últimos lugares.
Para mostrar lo caprichoso de esas votaciones, Chaplin, el gran Chaplin, apenas ocupa un modesto quinceavo lugar con El gran dictador. A Rene Clair, cuyo A nous la liberté siempre tenía lugar de honor no es mencionado siquiera y Los niños del paraíso de Carné, que siempre compartía primer lugar, ha sido desplazado al noveno. De hecho, El atlante, de Vigo, está tres puestos por delante y el musical gringo Cantando bajo la lluvia también está por encima con un séptimo lugar. De las películas del oeste, las clásicas A la hora señalada y Shane no figuran para nada, pero si están Río bravo y El buscador, que antes ni siquiera era considerado.
Claro que M, el vampiro de Dusseldorf, de Lang, con su maravilloso retrato del psicópata asesino de niños está entre los primeros seis pero en contraste Ser o no ser de Lubitsch, que nunca había aparecido en esas listas (siempre preferían Ninotchka) ahora está entre las primeras quince mejores películas de todos los tiempos. La mejor japonesa ya no es ni Los siete samuráis ni Rashomon de Kurosawa (a quien ni siquiera mencionan esta vez) sino la famosa Ugetsu Monogatari (Cuentos de la luna pálida) de Mizoguchi.
Todo lo descrito como ejemplo demuestra lo difícil que es hacer en las artes un campeonato en que se hable de que tal obra es la mejor y tal otra la décima ya que, como se dijo, siempre que se hace una lista de estas, los resultados son diferentes cada vez. Su mérito, claro está, reside en que permite recordar grandes películas del pasado, despierta el deseo de verlas (en París se organizó un ciclo donde se proyectarán todas las películas escogidas) y es una guía de buen cine. Lo que es sorprendente es que, gracias a la tecnología moderna, casi todas esas películas están disponibles en grabaciones que se pueden ver en casa, o sea que uno en su hogar puede disponer de esa cinemateca ideal de que hablan los franceses.