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Una de las iniciativas más interesantes que ha tenido la Filarmónica de Bogotá durante varios años es el que llaman “Ópera al Parque”, cuya versión presente se ha venido desarrollando en diversas sedes capitalinas en los últimos días. Han rendido homenaje a la inolvidable cantante colombiana Carmiña Gallo, de quien se cumplieron veinte años de su muerte con conciertos y recitales de varios artistas, muchos de los cuales han sido ganadores de los estímulos que se han creado y así han dado oportunidad al público de conocer a estos nuevos talentos nacionales. En el cierre hay una gala de ópera con la participación de la orquesta y coro juveniles y de casi todos los solistas ganadores de los mencionados estímulos. Como de costumbre, todas las presentaciones son gratuitas, lo cual permite al gran público gozarlas.
Hasta aquí todo va bien, pero uno no puede menos que lamentarse cuando se hace la comparación con lo que era la “Ópera al parque” en el pasado. Se invitaba entonces a las diferentes escuelas de música y conservatorios capitalinos a que hicieran montajes que se presentaban, también gratuitamente, en parques y otras sedes bogotanas. Eso hizo que se tuviera la oportunidad de ver entre nosotros auténticas novedades, tales como “Sueño de una noche de verano” de Britten y “Cándido” de Bernstein, fuera de otras obras del repertorio, muchas de ellas desconocidas entre nosotros. Eso lo que quiere decir es que era un auténtico festival de ópera y no, como este año, una colección de recitales, que si bien pueden ser interesantes no pueden llamarse representaciones operáticas.
Además, desaparece la oportunidad de que las instituciones de enseñanza musical puedan foguearse ante públicos y se elimina así una posibilidad que tenía mucha más trascendencia que una simple serie de recitales, como ha sucedido este año. Quizá la única crítica que uno podría hacer a lo que sucedía en el pasado era que limitaban las presentaciones a los parques, ya que muchas de ellas tenían merecimientos e interés suficiente como para ser representadas posteriormente en teatros, en condiciones acústicas más favorables.
Es por lo anterior que uno echa de menos lo que fue “Ópera al parque” en el pasado y expresa el deseo ferviente de que se vuelva a lo que este evento fue. Es demasiado importante como para que no se le dé la trascendencia que merece a una de las buenas iniciativas que ha habido entre nosotros para difundir el arte lírico.
