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Muchos de quienes comentaron el reciente aniversario de la primera edición de esa bella obra que es El principito de Saint-Exupery, anotaron que este libro, imaginado para niños, puede ser leído con provecho por los mayores, quienes encontrarán en sus numerosos símbolos, material para pensar y gozar. Afortunadamente, este no es el único caso y dentro de la literatura universal son muchas las creaciones literarias, destinadas a un público infantil, que tienen contenido que va más allá de la intrascendencia de una historia para menores.
Quizá la obra que más tiene esta característica es Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, cuyos elementos satíricos y de humor que hay detrás de la narración, conforman una burla a cantidad de convenciones, un aspecto del libro que no todos los niños pueden captar y que para los mayores se convierte en algo de deliciosa lectura.
Alicia no es la única. Mark Twain describió las aventuras corridas por Tom Sawyer y Huckleberry Finn y detrás de las peripecias de los personajes, hay irónicos comentarios sobre la vida rural en los tiempos del autor, en especial sobre el racismo que los caracterizaba. Granja de animales de Orwell, pone a los animales a hablar y a rebelarse contra su dueño, y resulta ser una de las más acabadas sátiras contra los gobiernos totalitarios y populistas que prometen todo cuando en realidad buscan el provecho propio. La serie de libros sobre Harry Potter, tiene en el fondo una crítica a muchos métodos educativos, detrás de la historia de esos aprendices de brujo. Lo mismo pasa con las fantasía sobre el Hobbit de Tolkien, que convierte lo que en realidad son cuentos de hadas en novelas apasionantes. El mago de Oz que por ejemplo en vista de que no puede darle cerebro al espantapájaros lo reemplaza por un diploma, tiene un fondo de brillante ironía.
Dickens buscó tener en muchas de sus novelas a personajes infantiles enfrentándose contra un mundo cruel, pero su Canción de navidad es algo excepcionalmente apropiado para mayores. Lo mismo pasa con las narraciones de Kipling reunidas en El libro de la selva, donde las sociedades animales descritas reflejan a cabalidad el mundo humano. Peter Pan, el niño que no quería crecer, es un reflejo de algo que muchos tienen en el subconsciente. Incluso el mismo Pinocho da muchas lecciones de convivencia a los mayores que llegan a ese libro.
Lo anteriores no son sino unos pocos ejemplos de cómo las narraciones destinadas a los niños, cuando son escritas por un maestro como los citados (y desde luego hay muchos más ejemplos de lo dicho) resultan en experiencias literarias, no solo placenteras sino también provechosas.
