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Una de las pocas cosas buenas que caracterizaron a los países de la difunta Cortina de Hierro, mientras duró, fue un fomento laudable a las artes interpretativas.
Eso ocasionó que cuando esa desafortunada prisión virtual desapareció, quedaron en el aire centenares de artistas que, sin la protección del Estado, difícilmente podían usar su preparación. Eso trajo la creación de toda clase de conjuntos, algunos improvisados y otros de mérito, pero todos de carácter privado, es decir, detrás de ellos no había ningún patrocinio oficial como sucedía antes. Por ejemplo, los músicos de la gran Sinfónica de Praga en sus tiempos libres grababan discos con el seudónimo de diferentes conjuntos inexistentes, que han proliferado por el mundo y se trata de excelentes interpretaciones. A mí me tocó ver como los cantantes de la Ópera de Budapest, terminada una representación, se iban a un restaurante que habían organizado y seguían cantando para los comensales, que a veces olvidaban la no muy buena comida que se servía con las interpretaciones de esos solistas.
Pero ha sido en la Rusia de hoy donde la necesidad de sobrevivir ha creado compañías de ballet y orquestas en abundancia. Eso explica que continuamente recibamos misteriosas orquestas que en Rusia no conocen pero que aquí llegan con rótulos que ni la Filarmónica de Viena ha recibido. Igualmente, en el mundo del ballet y de la ópera, cuando las grandes compañías estatales como el Bolshoi y el Kirov han llenado sus necesidades de artistas, quedan muchísimos que forman compañías, muchas veces improvisadas, que hacen giras por el mundo con nombres que hacen pensar que se trata de algo permanente pero que en realidad han sido creadas para la gira. De hecho, muchas veces se usan igualmente alumnos avanzados de las diversas academias para llenar la nómina de estos grupos. Estos pueden ser de calidad variable y van desde lo bueno hasta lo deplorable. Sus programas usualmente no incluyen obras completas, sino trozos escogidos de acuerdo con los recursos disponibles y los montajes han sido hechos con recursos mínimos de escenografía y desde luego sin acompañamiento de orquesta viva.
Es bueno que se presenten en Bogotá espectáculos y ya cada cual podrá juzgar qué tan buenos son, pero como últimamente ha proliferado este tipo de compañías, casi siempre rusas, es bueno que la gente sepa que, independientemente de lo buenas que pueden ser, casi en todas las oportunidades en Moscú no han oído hablar de ellas.
