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El siglo pasado se plantearon cantidad de “leyes” burlonas con las que se satirizaban muchos aspectos de las organizaciones. La más conocida fue la Ley de Murphy, que planteaba que “Si algo malo puede pasar, con seguridad que pasa”. Ella explicaba por qué si uno estaba esperando todo el día una llamada urgente, esta la hacían mientras estaba en la ducha, y la razón por la cual si uno cambiaba de una cola a otra, la cola donde estaba antes empezaba a moverse más rápido. Decían que la Ley de Murphy era una explicación de la maldad de la naturaleza y por eso se enunciaron cientos de variaciones para confirmar lo dicho.
Otro de estos planteamientos fue el llamado Principio o Ley de Peter, donde se mostraba que la gente era ascendida en una organización hasta alcanzar su nivel de ineficiencia. Eso explicaba la razón por la cual trabajadores que eran excelentes en un cargo fracasaban al ser ascendidos a un cargo superior, y tenía como consecuencia final que muchas organizaciones acababan siendo manejadas por incompetentes.
Sin embargo, la que originó todos estos enunciados fue la llamada Ley de Parkinson, planteada en 1957, que simplemente decía que todo trabajo se hace en el tiempo que se tenga disponible para hacerlo. Es decir, si hay ocho horas para hacer una labor, ella se hará en ocho horas, pero si se destinan diez horas para la misma, se hará en diez horas. La razón, explicaba el autor, es que mientras más tiempo se disponga, más divagará la mente, mientras que si el tiempo es poco, es necesario concentrase y ser más eficiente. Se deducía que esa era la explicación de que a pesar de aumentarse la burocracia, no importaba el número de trabajadores, siempre la cantidad de trabajo que se hacía era la misma. Cuando hay más gente para hacer el mismo trabajo que antes, era hecho por menos personal, más trabajadores no implican que se haga más trabajo. (Hay otras leyes de Parkinson, entre ellas la de que mientras más trivial y sin importancia es un asunto, más tiempo se gasta discutiéndolo, y que los gastos siempre se multiplican hasta cubrir el presupuesto que se le ha destinado).
La razón que se trae a cuento es que se ha aprobado la reducción de la jornada laboral en algunas horas y este será el momento para comprobar si la Ley de Parkinson funciona. Como no es probable que los empresarios aumenten su planta de personal, ahora se podrá comprobar experimentalmente si los trabajadores, ahora con menos horas de trabajo, aumenten su productividad y hagan lo mismo que hacían antes en más horas.
