Hace algunos días muchos amantes de la música protestaron por la manera como se ignoró el cincuentenario de la muerte de Guillermo Uribe Holguín, uno de los más importantes compositores en el panorama musical colombiano. Pero eso, infortunadamente, no es sino un caso adicional de la forma como los creadores de música clásica colombiana son olvidados por las entidades de la cultura del país, lo cual implica que esos artistas no se conocen. No hay que olvidar que un pintor solo necesita de un muro para colgar sus obras o que un escritor tiene numerosas formas de editar lo suyo, pero un músico depende de que se le interprete o sus creaciones no las conocerá el gran público.
Eso ha hecho que importantes creadores del país sean desconocidos. Por eso la obra de músicos como Roberto Pineda, como Blas Emilio Atehortúa, como Jesús Pinzón, como Fabio González y otros tantos que han contribuido en su momento al panorama cultural colombiano simplemente pareciera que no existiera. Y, desde luego, si eso pasa con ilustres figuras del pasado, ¿qué pueden esperar tantos músicos de nuestros tiempos, en especial los jóvenes, para ser conocidos? La realidad es que el futuro de la creación musical culta en Colombia está gravemente amenazado y esa es una situación trágica para la cultura.
Es necesario entonces que las orquestas y los intérpretes nacionales dediquen espacio a tocar obras de músicos colombianos y la inclusión de obras nacionales en sus programaciones debería ser una obligación. Las entidades oficiales nada hacen para proteger el patrimonio musical e incluso los medios de difusión ignoran a estos creadores. Es una situación que debe ser corregida con urgencia porque un país no tiene derecho a ignorar a sus artistas, quienes deberían ser motivo de orgullo y no de olvido.