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Antes de comentar la presentación en el Colón de los dos Macbeth, el drama de Shakespeare y la ópera de Verdi, no sobra aclarar que este columnista fue el autor del ensayo que figura en los programas de mano de las representaciones. Ya saliendo de esta revelación, hay que decir que la buena idea del director del Colón de presentar en noches consecutivas las dos obras, compartiendo escenografías en forma parcial, tuvo un resultado positivo en ambas interpretaciones, ya que se trataba de un reto difícil que en su mayor parte hizo justicia a las respectivas obras.
La ópera de Verdi tuvo un montaje limpio, a cargo de Ignacio García, con la excepción de que los intérpretes ostentaban un peluqueado tipo punk, y que en un momento sacaron ametralladoras, que no formaban con seguridad parte de la armería del siglo X. Probablemente se trataba de simbolizar una cosa u otra o de mostrar que el director sabía de montajes modernos, pero lo descrito sobraba, en especial porque la versión se ajustó en lo demás en forma fiel al libreto y dio oportunidad a que los cantantes se movieran con facilidad. La orquesta, bajo la dirección de Pietro Rizzo, estuvo ajustada con tiempos muy acertados y los cantantes, en especial Vladimir Stoyanov, Dmiitra Theodossius, Sergio Escobar y Valeriano Lanchas, hicieron lo suyo con dedicación y mostrando a los personajes.
En la obra de Shakespeare nos libramos de los peinados punks, lo cual fue un alivio, y estuvimos ante una versión muy imaginativa, donde estaba lo esencial de la obra. Ésta se hizo sin intermedio y creo que fue algo cruel dejar al público sin descanso, con lo cual los grandes momentos del final encontraron una audiencia cansada. El mismo Shakespeare, en muchos momentos dramáticos de sus obras, introdujo un clown para que el público pudiera relajarse. Las actuaciones fueron muy precisas y sólo es de lamentar que la mayor parte de los intérpretes olvidaron que no estaban ante un micrófono de TV sino en un teatro de mil personas para el cual la proyección de la voz es algo básico para que se puedan entender las sutilezas de la obra. Lo que es importante destacar es que la buena idea de mostrar en forma paralela la ópera y el drama fue algo exitoso, que mostró gran imaginación, que el total fue de muy buena calidad y que se rindió homenaje más que adecuado al cuarto centenario de la muerte de uno de los grandes genios de la humanidad. Es bueno dejar constancia de que el público respondió a este esfuerzo y las localidades prácticamente se agotaron en todas las funciones.
