La mala costumbre de convertir el arte en negocio ha tenido una consecuencia inesperada. Es obvio que quien trata de vender algo trata de conseguir el mayor precio posible para lo que vende. En el caso de obras de arte, eso ha llevado a una inflación absurda de precios que en últimas ha perjudicado tanto a coleccionistas como a los mismos artistas. La razón es que lo que piden por una obra de arte es hoy día tan desproporcionado que, a causa de esos precios, aunque sigue habiendo mucha oferta, la demanda se ha reducido al mínimo. Quienes todavía logran vender son los artistas ya conocidos, y los nuevos, a esos precios que se...
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