Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
No es solo ahora que existen los profetas que vaticinan un fin desastroso para el mundo; si no, veamos el ejemplo de Thomas Robert Malthus (1766-1834), clérigo ingles que en su libro Ensayo sobre el principio de la población afirmó que el aumento de la natalidad y consiguiente aumento de la población acabaría con los recursos de nuestro planeta, con las consecuencias de miseria y pobreza que eran de esperarse. Muchos de los movimientos ecologistas de nuestros días siguen esa teoría y buscan que haya disminución de la población del planeta o al menos crecimiento cero. Otros cambian la teoría diciendo que como la parte más inteligente de la población es la que menos se reproduce, los genes de la inteligencia se acabaran y quedará un mundo con gente de características inferiores. Pero son muchos los economistas respetables que dicen que el maltusianismo no previó la Revolución Industrial y que, además, el hombre es capaz de crear con su inteligencia recursos que no dependen de los que nos proporcione el planeta. Como prueba de esto dicen que vivimos mejor que en tiempos de Malthus, con mayor expectativa de vida, más comodidades y una población tres veces mayor.
La realidad es que el maltusianismo tiene muchos seguidores que siguen siendo tan pesimistas como lo fue Malthus. Al otro lado de la discusión están los optimistas, que creen que hay suficientes recursos de materiales y energía en nuestro planeta y que los avances en tecnología permitirán aprovecharlos, así haya crecimiento exagerado de población. Uno, desde luego, espera que sean estos cornucopistas quienes a la larga muestren tener la razón, porque si eso no sucede acabaremos muy mal, aunque ahora los problemas ecológicos se hayan multiplicado y sean otros.