Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Fue de alta calidad la presentación de la soprano finlandesa Karita Mattila en el Teatro Santo Domingo, muy bien acompañada por el pianista Martín Katz.
Además de cantar un muy atractivo programa, actuó muchas de las obras que interpretaba, hasta el punto de que, más que un simple recital, fue una demostración histriónica que tuvo mucho interés.
Usualmente quienes presentan canciones cultas limitan su interpretación al canto, con todos los matices que se quiera, pero sin que haya actuación. La cantante, por el contrario, agregó a esos matices un movimiento que mostró por qué Karita Mattila está considerada entre la buenas actrices cantantes de ópera de nuestros días.
Su versión de Salomé, de Ricardo Strauss, en el Metropolitan, es recordada precisamente por la forma como llevó a la escena todos los aspectos, incluso el coreográfico, de la protagonista, y yo mismo la vi en un Fidelio, de Beethoven, en ese mismo teatro, donde fue convincente el disfraz de Leonora. En su presentación en Bogotá la intérprete cantó en alemán, francés, finlandés, sueco, italiano y checo, y sólo faltaron obras en inglés y español para escuchar un resumen de los idiomas en que se desarrolla el arte vocal.
Si a lo anterior se suma una voz de gran hermosura y una excelente técnica vocal, todo esto al servicio de un programa con pocas concesiones, se entiende el porqué del entusiasmo del público, que aplaudió fervorosamente a la artista. (Hubo concesiones en ese absurdo de presentar un par de arias operáticas de Dvorak y Puccini, fuera de contexto y con acompañamiento de piano, que no se compadecían con el resto del programa). El punto alto de este bello recital fue sin duda el de las canciones de Duparc, pequeñas obras maestras a las que la cantante dio todo su significado, pero eso no quiere decir que los lieder de Brahms, las interesantes canciones de Sibelius y los cantos gitanos de Dvorak no hubieran estado a la gran altura que caracterizó este recital.
Es posible que en algunos momentos la cantante exagerara las mencionadas actuaciones, pero el público aceptó esos momentáneos excesos con el resultado de que lo que se vio fue definitivamente un recital fuera de serie y uno de los puntos altos de la muy buena temporada musical que los amantes de la música estamos gozando este año. Fue además ejemplo de programa bien concebido, que confirma que sí se pueden hacer, en contraste con esas presentaciones donde grandes artistas no se dedican a hacer música a la altura de su fama.
