Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
No está muy claro lo que va a suceder con la cultura en la nueva administración que se aproxima. Se ha hablado de algo que llaman economía naranja, según la cual lo que es cultural debe contribuir al desarrollo económico y uno comienza a temer que lo que no produzca va a ser eliminado. La verdad es que la cultura es un derecho de la gente, como lo es el pan de cada día; y una de las víctimas inocentes de los problemas financieros que vive el mundo —por los malos manejos de quienes se supone que sabían y resultaron no sabiendo mucho más de lo que sabemos los ciudadanos del montón— ha sido la cultura. El buscar que la cultura salga adelante económicamente tiene como consecuencia que se comienza a aplicar un criterio en que lo que importa no es la calidad, sino asegurarse de que no dará pérdida. Sin embargo, como alguien decía en otro contexto, cultura que se respete no tiene que dar ganancias necesariamente. Lo cual nos trae a los casos locales, que siempre han sufrido por presupuesto insuficiente y en los que muchos muestran preocupación por lo que pasará este año. Lo malo es que casi nunca alcanzan los presupuestos que dan y, de hecho, en muchas entidades a duras penas tienen para los gastos de cada día. Como los mecenas privados —por muchas razones, entre ellas la falta de estímulos tributarios, que sí existen en otras partes— se están acabando, uno debe ver con preocupación las consecuencias de las crisis financieras y esperar que no suceda que, como de costumbre, la cultura sea la primera sacrificada.
Eso se ve en la afirmación de que la cultura se tiene que financiar ella sola, pero lo cierto es que aun esta posibilidad ha llegado al límite. Los grandes museos del mundo (con la honrosa excepción de la Galería Nacional de Londres, que sigue siendo gratuita) están cobrando cifras gigantes por la entrada, cuando en otros tiempos era gratuita. En las casas de ópera precios de 150 euros (que representan medio millón de devaluados pesos) por boleta son ya normales, y ellas ven que con la presente situación económica la asistencia de público ha disminuido notablemente, lo cual implica que no se puede aumentar el valor cobrado. Eso quiere decir que no es muy posible hacer que la cultura se financie sola y por eso se ve con preocupación el que hasta ahora no se haya emitido declaración alguna sobre cuál será el futuro de los hechos culturales entre nosotros. Por eso sería bueno que, al igual que se ha aclarado el futuro de muchas otras actividades, se haga lo mismo con lo que pasará con la cultura que, lamentablemente, no puede vivir sin el apoyo de las entidades públicas.
