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El Teatro Santo Domingo ha tenido la buena idea de comenzar una serie de espectáculos para niños con un montaje del Liceo de Barcelona en que se adapta La flauta mágica de Mozart para el público infantil.
Vale la pena decir que esta importante casa de ópera tiene dedicada una parte considerable de su programación a este tipo de presentaciones y, por ejemplo, en la última temporada, además de haber incluido la mencionada obra mozartiana, tienen otras obras como El súper barbero de Sevilla, La cenicienta, Cosí FUN tutte y El retablo de maese Pedro, de Manuel de Falla, en su versión original para títeres y cantantes vivos, entre otros. Esta es una iniciativa laudable porque aficiona a los espectáculos líricos a los niños desde muy pequeños, es bueno que este tipo de escenificaciones sean traídas y ojalá que esta no sea primera y última como tantas veces pasa.
La realidad es que el espectáculo presentado en el auditorio del Santo Domingo está muy bien concebido, ya que reduce la ópera a seis cantantes acompañados de flauta, piano y una ocasional celesta. Las tres damas y los tres niños, así como toda la corte de Zarastro se omiten y sus partes son tomadas por los otros personajes. Por ejemplo, la Reina de la Noche entra directamente y ella es la que se encarga de dar el retrato de Pamina al príncipe, así como de poner el candado para cerrar la boca del mentiroso Papageno (momento que hizo gritar de alegría a los niños que allí estaban). La representación es en español y Papageno, además de actuar y cantar su parte, es una especie de presentador de lo que está sucediendo. El público infantil participa activamente y, como se acostumbraba, grita a los villanos y aplaude a los buenos, mientras se ríe de sus gracias. La forma como la audiencia de pequeños goza este montaje es indicio de su éxito, pero además es un espectáculo que, dentro de lo modesto, es muy bien montado y entretenido. La dirección escénica está a cargo del grupo catalán de Los Comediantes, bien conocidos y recordados entre nosotros por su participación en algunos de los Festivales de Teatro.
Lo más importante de todo es que se está mostrando que la buena música y la ópera no tienen que ser aburridos, sino que de ellos se puede gozar y eso sin duda ayuda a crear el público de mañana. Ya Roberto Salazar había hecho hace algún tiempo un trabajo similar con El barbero de Sevilla y lo hizo bastante bien, pero ese esfuerzo parece haber sido flor de un día porque ni se volvió a presentar ni tampoco hizo otras cosas. Hay que destacar que hacer este trabajo, que combina lo didáctico con lo entretenido, es algo que da fruto y que sería muy bueno que iniciativas de este tipo sean más frecuentes entre nosotros. Mientras tanto, todo loor al Liceo de Barcelona por su bella idea y al Teatro Santo Domingo por haberla puesto al alcance de los niños bogotanos (y de algunos adultos que nos divertimos como enanos).
