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Nuevamente la ópera

Manuel Drezner

03 de noviembre de 2008 - 10:00 p. m.

Se termina la temporada de ópera de este año, si es que temporada se puede llamar la presentación de sólo dos óperas, architraqueadas, en que no se ha dado oportunidad de introducir a ningún cantante, ni a ningún director escénico, ni a ningún director orquestal colombiano.

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No se trata de hablar de la calidad de las óperas, pero sí dejar constancia de la preocupación por el futuro de la ópera en nuestro país. Infortunadamente, ella ha estado en manos de una persona que ha centrado en ella todo, lo cual hace temer, ante la ausencia de gente que se haya formado para sucederla cuando llegue el momento, que cuando desaparezca la persona todo lo que se ha hecho se acabará.

No es únicamente las enormes fortunas que ha invertido el Estado y algunos pocos mecenas particulares en presentar dos óperas por año (en otros tiempos, con menos recursos había cinco o más óperas cada año y por lo menos una novedad), sino también que se ha alejado al público. Tan poca importancia tiene hoy día la ópera, que los periódicos, que otrora dedicaban columnas enteras a presentarla y a discutirla, hoy se limitan a dejar constancia de la presentación, sin que haya ningún comentario analítico ni ninguna crítica. Si acaso está lo que escribe algún amigo de la empresaria para hacernos creer que la Scala se queda chiquita ante lo que se hace aquí. Claro que a esto ha contribuido el deseo de la empresaria, de que sólo se escriban elogios a lo que se hace, así ello haya sido lamentable y, con esto, las personas capacitadas por conocimiento y experiencia para escribir se abstienen cada día más de hacerlo.

Es, por tanto, el momento oportuno para que se reflexione si los cientos de millones de pesos que se gastan en montar dos óperas no estarían mejor invertidos en una nueva organización, no controlada por una sola persona, pero que sea capaz de hacer temporadas reales con el montaje no de dos sino de varias óperas y que sirva como laboratorio para crear a los artistas colombianos del género, es decir, todos aquellos que hoy día no tienen oportunidades, porque las puertas de la ópera de Colombia están cerradas a los colombianos.

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No hay que olvidar que en el pasado, cuando esas oportunidades existían, aquí surgieron cantantes como Carmiña Gallo, como Marta Senn, como Zoraida Salazar, como Sofía Salazar, como Alejandro Ramírez y tantos otros cantantes nacionales que no han tenido sucesor. Y no porque la mata se haya acabado, sino porque los nuevos simplemente no tienen esas oportunidades.

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