Es muy laudable la idea que hay detrás de una serie de presentaciones de la Secretaría de Cultura de Bogotá, que han bautizado en forma pomposa “Ópera al Parque”.
En ellas se presentan fragmentos de óperas conocidas y otras menos conocidas (por ejemplo, este año anunciaron que habría fragmentos de una de Donizetti que nunca se ha representado en Bogotá y, si a eso vamos, tampoco en muchos centros operáticos internacionales, así de desconocida es) y, además, se hace la labor de dar oportunidades a cantantes nuevos, muchos de ellos sorprendentemente buenos. Esto en contraste con la cacareada Ópera de Colombia, donde dejaron de buscar nuevo talento colombiano, con el resultado que todas las Carmiña Gallo, Marina Tafur, Zoraida Salazar, Sofía Salazar, Alejandro Ramírez y tantos otros y otras que surgieron ayer, cuando tenían esas oportunidades, ya no existen y son reemplazados por partiquinos importados.
Pero las buenas intenciones de la “Ópera al Parque” se quedan en la mitad del camino, porque olvidan que las óperas son formas de arte escénico con música, ballet, escenografía y se limitan a dar una serie de arias y coros de óperas, pero no las óperas completas que el público quisiera ver y no puede hacerlo con los precios elitistas y exagerados de la ópera de Colombia (que de todas maneras se limita a dos títulos por año, presentados en forma bastante poco profesional) por un lado, y con las limitaciones que se ha puesto la organización de la “Ópera al Parque”, por el otro.
No hay ninguna razón de que no se haga el esfuerzo adicional usando la cantidad de directores de arte escénico, de luminotécnicos, de escenógrafos y demás personal que es capaz, es colombiano y está disponible. Lo lógico entonces es que la “Ópera al Parque” se convierta tanto en el semillero para que artistas nacionales de la música y del teatro presenten ópera como debe ser, como en la fuente de crear la afición por la ópera entre el gran público. Son muchas las óperas que se podrían montar con los recursos que se tienen, sin limitarse las consabidas arias y coros que nos han venido dando. Y que se puede hacer lo vi yo mismo en México, donde las temporadas anuales usan en su mayoría talento mexicano (ocasionalmente para un papel principalísimo muy difícil traen a un cantante extranjero) y ha evolucionado tanto que han llegado incluso a montar la tetralogía wagneriana, lo que es mucho decir.
Aquí se podría hacer lo mismo si se consigue para dirigir ese esfuerzo gente conocedora, más interesada en las artes que en crearse una forma de publicidad, y el resultado a larga sería no sólo el darles oportunidad a artistas colombianos, que pocas tienen hoy día, sino divulgar el noble arte.
