Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En estos días hemos visto ejemplos exquisitos de la que bautizaron “doble parla” (buena traducción del inglés double speak); ese concepto que proviene de la gran novela distópica llamada 1984, de uno de los grandes escritores del siglo XX: George Orwell. La doble parla trata de disimular u oscurecer una acción usando descripciones o vocabulario alternativo traídos de los cabellos. La doble parla es, entonces, una condición social que destruye cualquier sociedad libre y abierta, porque al no llamar las cosas por su nombre se pretende que adquieran validez o al menos que se disimule su perjuicio.
Eso es parte del mundo orwelliano, donde un totalitarismo brutal manipula y oprime a los ciudadanos en favor de una clase privilegiada: la de los que detentan el poder en beneficio propio, aunque siempre afirman que lo que buscan es el bienestar del pueblo, el mismo que ingenuamente los ha elegido para acabar en condiciones peores de las que tenían antes. Ejemplo de esto se ve lamentablemente en la historia reciente del mundo, donde dictaduras que se han arraigado en el poder han traído la miseria a la población a la que dicen ayudar. Orwell escribió su obra maestra en 1948 y por eso predijo que sería en 1984 cuando ese totalitarismo triunfara. El que la fecha pasara sin que se cumpliera la profecía no quita un ápice al valor del mensaje.
El mundo ha visto numerosas aplicaciones de la doble parla, como cuando llaman “interrogación avanzada” a la tortura y no dicen “terrorismo” sino “extremismo violento”. Los médicos a veces usan el método como cuando describen la muerte de un paciente como “resultado final negativo” y los políticos que hablan de “limpieza étnica” en lugar del más claro genocidio.
La cosa no sería tan grave si no fuera porque ese método de la doble parla es usado para que los políticos promuevan causas dudosas, que acaban triunfando ante la falta de sentido crítico de quienes los oyen. Tratan así de tener corrección política al cegarnos ante la realidad o disimular cosas negativas como cuando a una prenda de segunda mano la llaman preusada y también dar a productos valores que no tienen. Las famosas “reducciones de costos” de las empresas muchas veces lo que implican son despidos masivos o disminución de servicios a los clientes, como está sucediendo con toda la industria del transporte aéreo.
Es por esto que uno debe estar siempre alerta cuando en sus discursos los políticos no llaman las cosas por su nombre, sino que acuden a ese recurso que en forma tan magistral describió George Orwell, hace ya tres cuartos de siglo.
