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A muchos han llamado la atención los premios Óscar que se dieron a la película El artista, que es una película en blanco y negro, hecha dentro de las tradiciones del cine mudo, es decir que, como nadie habla, los diálogos aparecen en letreros intercalados.
La verdad es que es interesante este premio, que uno debe atribuir más a cuestiones de nostalgia romántica que a la calidad de la cinta. Y es claro, además, que quienes votaron por este filme no saben de las grandes realizaciones que se hicieron en la época del cine mudo, en comparación con las cuales El artista es una película agradable y hasta amena, pero que en tiempos del cine mudo difícilmente hubiera pasado de la categoría de una película más entre tantas que se hacían. El que maravillas como Medianoche en París de Woody Allen, una de las mejores cintas de los últimos años, a duras penas hubiera recibido un premio, como el mejor guión, agrega la injuria al maltrato y confirma que, en últimas, estos premios no tienen mayor significado ni trascendencia artística.
Pero lo que es interesante es que el público haya aceptado esta película, que sigue las ideas de Mel Brooks, hace casi veinte años, en una cinta donde el único que habla, irónicamente, es el mimo Marcel Marceau. Cuando el cine mudo abrió el paso al sonoro, hubo muchos grandes artistas, como Chaplin y René Clair, que consideraron que el agregar sonido al arte cinematográfico le quitaba la esencia misma al cine, que era básicamente un arte visual. Hubo películas que demostraron esto, como la extraordinaria El último hombre de Murnau, que lograba el milagro de desarrollar un argumento profundo sin uno solo de los letreros acostumbrados. Pero el sonido era un agregado demasiado importante y el público dejó de admirar las grandes cintas mudas del pasado, igual que hoy día hacen muchos jóvenes que dicen que no pueden ver una película si no es en colores, como si el color agregara algo al valor artístico del filme. Para quienes amamos el cine clásico estas aberraciones tienen un toque de ridículo, pero el efecto final es que muchas de las grandes creaciones cinematográficas del pasado son ignoradas y hasta olvidadas por quienes no forman parte de ese círculo de fanáticos.
La conclusión de lo anterior, entonces, es que aunque el Óscar a El artista es algo ingenuo, puede tener la virtud de lograr que se cree un nuevo público convencido de que el cine clásico, en blanco y negro y hasta mudo, tiene muchos atractivos y se comience a gozar nuevamente de muchas de estas obras maestras del cine, injustamente dejadas de lado.
