Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El concierto con sus obras de Cristof Penderetzki (uso la grafía española para que no queden dudas sobre la pronunciación) al frente de la Filarmónica de Bogotá en el Teatro Santo Domingo para inaugurar el Festival de Música Sacra confirmó que se trata de un músico con ideas propias que las sabe comunicar al público en forma efectiva.
Esto se vio claramente en la respuesta a su música, pues el público aplaudió en forma calurosa y no con ese aplauso de cortesía que tiene lugar cuando las cosas no han convencido del todo.
Las obras presentadas en el concierto corresponden a su más reciente desarrollo cuando abandonó el modernismo de vanguardia que caracterizó sus primeras obras para hacer obras espartanas, de no difícil acceso así el lenguaje siga siendo definitivamente moderno. Quizá le sucedió a Penderetzki lo mismo que a Stravinski, quien pasó de sus revolucionarias disonancias de obras como La consagración de la primavera al neoclasicismo que caracterizó lo que escribió en las postrimerías de su vida y que trajo obras maestras como la mozartiana ópera El progreso del libertino. Es posible que llegue un momento en la vida creativa de los compositores de vanguardia en que se dan cuenta de que hasta ahí pueden llegar con ese lenguaje y que si siguen con éste, se arriesgan a repetirse a sí mismos, lo cual un creador rechaza enfáticamente. Que eso pasó sin duda con Penderetzki lo demuestran las tres obras que se oyeron. Ellas incluían el Concierto Resurrección para piano, que fue dirigido por Maciel Tworek, con una excelente pianista, Muza Rubackyte, como solista. Es una obra densa, de una hora de duración, pero de fácil acceso a pesar de eso y con momentos emocionantes como cuando tocaron desde un balcón lejano las trompetas que me imagino sean las del juicio final. La obra tiene componentes cíclicos con una serie de allegros alternando con movimientos lentos que en forma enfática muestran lo que posiblemente sea un futuro de serenidad. Lo mismo sucede con la Sinfonía de Navidad (que de navideño no tiene sino la ocasional cita de un villancico), que a pesar de su densidad impresiona y llega con facilidad al público, ya que se trata de una creación más bien rapsódica y que nada tiene que ver con las sinfonías clásicas. El concierto había comenzado con El despertar de Jacobo, obra inspirada en el episodio bíblico y que quizá marcó la transición de Penderetzki hacia sus nuevos rumbos.
Fue interesante ver como el público respondió positivamente a una serie de obras que no son fáciles, pero sí muy accesibles y que muestran la razón de la posición de Penderetzki dentro del escalafón de la música de nuestros tiempos.
