Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Muchas veces he mencionado en esta columna la aparente falta de imaginación de muchos músicos que presentan recitales en la ciudad y sus programas buscan la línea de menor resistencia, con caballitos de batalla oídos decenas de veces o con piecitas inocuas, que no requieren de ningún esfuerzo intelectual ni para el concertista ni para sus oyentes.
Por eso es de destacar el concierto que presentó en el Teatro Santo Domingo la famosa violinista Viktoria Mullova, quien acompañada de Katia Labeque tocó un programa ejemplar por su variedad, por incluir música que se oye raras veces en concierto y que abarcó cinco nacionalidades: austriaca, alemana, estonia, japonesa y francesa (además de un tonto bis con una pieza popular brasileña) y fuera de eso nos dio dos obras contemporáneas en estreno en Colombia. Sobra decir que dadas las cualidades de las instrumentistas ellas tocaron de maravilla, pero lo que es interesante es la forma positiva como el público recibió estas obras, que no son exactamente fáciles.
Ante todo hay que destacar la inclusión de las sonatas de Schumann y de Ravel, que muchos violinistas evitan en sus conciertos porque las consideran obras ingratas para el instrumento, pero que en manos de la Mullova mostraron que son atractivas y que despiertan una respuesta positiva del público. Pero hubo además una bella obra llamada Distancia de encanto, del cjaponés Touru Takemitzu, un brillante compositor muerto en 1996, que tuvo su momento de popularidad y que parece estar resucitando en los conciertos pues cada vez sus obras son incluidas con mayor frecuencia en las salas del mundo. Igualmente hubo una pieza de Arvo Part, músico estonio que aún vive y que muchos consideran dentro de la élite de la música contemporánea, así sea más conocido por sus creaciones corales. Son música, ambas, hecha en un lenguaje moderno pero no tan excesivo que ahuyente al público. El programa igualmente incluyó una de las sonatas finales para violín de Mozart, o sea que este concierto incluyó además música de tres siglos.
Con la posibilidad que existe hoy día de poder escuchar la música que se quiera cuando se quiera a través de discos, videos y portales de internet, lo lógico es que los programas de conciertos sean como el que escogió Viktoria Mullova y por eso hay que decir que su recital fue uno de los puntos altos de la temporada musical de este año, que tantas cosas buenas nos ha dado.
Vale la pena anotar que el concierto tuvo un lleno casi completo y aunque el público rebosó su entusiasmo al aplaudir en ocasiones entre movimientos de una obra, lo cual es mirado con severidad por los puristas, se trató de una audiencia nueva, lo cual muestra que se está formando, en contra de tanto vaticinio pesimista, una audiencia diferente a la de todas esas caras iguales que antes eran los únicos clientes de los conciertos.
